Belmonte «Dike» de Souza: La historia mal escrita

¡Me preguntaron cuándo empezó la dictadura!

‌En la década de los 60’s empezó la lucha por instalar en nuestro país una dictadura.

Sin caldo de murciélago de por medio, se propagó por más de medio siglo una pandemia ideológica que pretendió conocerse las leyes de la historia así como tener el recetario para terminar de escribirla.

El destino nos depararía una inevitable revolución que instalaría la dictadura (proletaria) como paso ineludible a un mundo feliz, donde todos seríamos iguales y libres.

Como dato curioso, es que es de un propio bolchevique, Yevgueni Zamiatin, quien fue preso por los zaristas y luego perseguido por los soviéticos, de quién surge el primer libro distópico o antiutópico, «Nosotros», en 1921 (censurado en URSS hasta 1988).

Pintaba al soviet como una dictadura corporativa, un estado despótico, controlador y terrible que se publicitaba como un gran benefactor.

Inspirador de Orwell y su obra 1984, la que, publicada en 1949 nos habló del doble pensar e incluso de la «neolengua» que le es necesaria y funcional al modelo.

Estas disgregaciones son únicamente útiles en cuanto hacen patente que lo inservibles de las ideas de Marx y lo nefasto que era o sería el intentar ponerlas en práctica ya admitía en los 60’s la posiblidad de ser conocido por todos.

Si hasta tuvo que construírse un muro en tiempo récord en Berlín.

Para quienes se rehusaron a aceptar esto, quizás porque ya formaba parte de una identidad a la que no podían renunciar o bien porque por su posición simplemente les convenía, fue imprescindible agregarle retoques u otras perlas.

Así el sumarle la palabra «leninista» al término marxista cumplía la función de exorcizarla de sus errores (¿horrores?).

Pero por aquellos 60’s campeaba en el mundo intelectual el ferviente conservadurismo de preservar aquellas viejas ideas del S XIX y no apearse de lo que alguna vez tuvo ese color de sangre derramada y el sabor caliente y salvaje de una revolución.

Lo que habían aportado Gramsci, Lukács e incluso Sartre desde el existencialismo fueron intentos exitosos de retrasar que el concepto filosófico de praxis marxista (y su concientización y acción) no pasara definitivamente al género literario de ciencia ficción distópica.

‌Claro que también en aquel Uruguay de los 60 había muchas visiones y matices que provenían de ese tronco común.

Bolches, Latas, Maoístas, Foquistas, Troskos, Tupas y variedad de afines.

Y tenían también muchas diferencias entre ellos. Pero algunas cosas en común y muy claras.  El burgués y la burguesía. Ese era el enemigo de todos.

Y la democracia no era otra cosa que una institución burguesa, terriblemente burguesa.

Perimida y obsoleta, carente de sentido, todos estaban de acuerdo en voltearla.

Había que sustituirla por una dictadura que si no podía ser la del proletariado, igual prepararía el camino para que ésta llegara.

Todos participaron del proceso de debilitar la democracia y apoyar un golpe de estado.

Igual, todos los que tiraron esa piedra después escondieron la mano.

Salvo el Partido Comunista.

Un editorial de febrero del 73 los dejó sin posibilidad de esconder la mano.

Algunos de sus defensores hablan de la posición sostenida en «El Popular» como un error histórico y puntual, circunscrito a los sucesos de aquel febrero amargo.

Muy lejos de lo real.

Estuvieron por muchos meses coqueteando con las fuerzas armadas, los llamaban la reserva moral de la patria porque provenían de una clase media que nada tenía que ver con «la rosca de la oligarquía entreguista».

Y por supuesto estaban dispuestos a perdonar cualquiera de los supuestos abusos cometidos en los enfrentamientos que se habían dado.

El tema es que cuando el coqueteo no fue correspondido y la dictadura se instaló,

Aquellos que tanto despreciaron la democracia, empezaron a clamar por las libertades y derechos burgueses.

La dictadura se materializó el 27 de junio de 1973 con la disolución de las cámaras.

Los hechos que llevaron a que ésto pasara se remontan a mucho antes y hubo demasiadas concausas.

Si decimos las cosas por su nombre, la revolución de la guerrilla armada en el Uruguay se hizo contra la democracia y para imponer una dictadura.

El cómo se ha escrito cierta historia después, es harina de otro costal.

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