Daiana Castañares: Respirá

Respirá, te dicen, pero apenas levantás la vista, y solo escuchás el tic tac monótono del reloj del pasillo, marcando esos segundos que parecen siglos, una espera que se alarga cada vez más. Una carrera contra el tiempo, tratando de ganarle al capricho del destino que parece haberse ensañado contigo, con él, pero sobre todo con ella. Como si ella fuera capaz de cargar culpa alguna.

Descansá, te dicen. Pero no podés, y claro que quisieras hacerlo, pero junto a ella, mano con mano, piel con piel. Y querés cerrar los ojos, pero el miedo al abrirlos y que ya no haya marcha atrás te paraliza.

¿Cómo se puede dormir? ¿Cómo se puede conciliar el sueño cuando del otro lado hay alguien que lucha incansablemente por seguir aquí, contigo?  ¿Cómo descansar, cuando el corazón y la mente no pueden hacerlo? Cuando las preguntas sin respuesta van y vienen y te cortan el pulso, y vos sin poder hacer nada por cambiarlo. Cómo, si la vida te está jugando la peor de sus cartas.

Respirá, te dicen. Como si fuera fácil. Como si no supieras que a escasos metros ella no puede darse ese lujo así nada más.

Respirá. Aunque la vida se te vaya con cada informe, con cada hora, con cada palmadita en el hombro que no logra curar esa herida gigante en el corazón. Aunque sientas que el océano entero te aplasta.

Respirá, te dicen, y lo único en lo que pensás es en sacarte los pulmones y regalárselos como muestra de todo ese amor que te nace del pecho y que no le podés dar desde esa fría sillita de hospital. El calor del cuerpo, los abrazos que tenés guardados entre los puños, esperando a que todo mejore. Porque de a ratos pensás eso, que es un susto, que todo va a mejorar. Que solo es otra prueba más de la vida, otra prueba para fortalecerse más.

¡A la mierda con las pruebas de la vida! No es excusa, ni motivo suficiente. No querés ser fuerte. No te interesa. Solo esperás poder tener la oportunidad de decirle todo lo que la amas, de que sienta ese amor, que lo disfrute. Porque si esa posibilidad se esfuma, de nada vale entonces ser fuerte.

Solo querés que toda esa pesadilla se termine, romper la pared a pedazos y arrodillarte junto a ella. Protegerla, palpitarla. Querés vivirla. Acariciar sus manos y decirle que todo va a estar bien.

Pero tenés que respirar.

Esperar. Esperar y aguantar. O tal vez solo tratar.

Y de a ratos dejar de respirar.

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