La fe y la verdadera paz

29 Jesús le dijo: “¿Creíste, porque me has visto? ¡Bienaventurados los que creyeron sin haber visto!”

Con mucha claridad, objetividad y discernimiento Fray Manuel de Tuya OP (de quien guardo nostálgicos recuerdos) nos explica este versículo. Él destaca que la intención de Jesús no es recriminar “los motivos racionales de la fe”, ni las personas a las cuales se había mostrado. Era, sí, bendecir “los fieles futuros que aceptasen, por tradición continua, la fe de aquellos que Dios ‘escogiera’ para ser ‘testigos oficiales’ de su resurrección y para transmitirlas a otros. Es lo que Cristo pidió en la ‘Oración Sacerdotal’: “No ruego sólo por estos [los apóstoles], sino por todos lo que por su palabra han de creer en Mi’ (Juan 17, 20)” [12].

30 Jesús realizó otras muchas señales delante de los discípulos, que no están escritos en este libro. 31 Sino que fueron escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis la vida en su nombre.

En vista del escándalo de la Crucifixión, los Apóstoles necesitaban esa ayuda. Después de comprobar los mayores milagros efectuados por el Divino Maestro, lo vieron preso, flagelado, preferido a un Barrabás, levantado en el Madero entre dos criminales y muerto con el rechazo general. Aquellos elegidos por el Padre para ser heraldos no sólo de la Pasión, sino también de la Resurrección, necesitaban ver al Mesías en su sagrado cuerpo glorificado. La incredulidad de ellos, culposa o no, debe ser tomada como extremadamente ventajosa para nosotros: “Para que creáis”. En su sabiduría eterna e infinita, la Providencia Divina concibió a estos insuperables testigos, estos primeros heraldos del Evangelio. Para nosotros ellos vieron, para nosotros fueron probados, para nosotros creyeron, para nosotros ellos escribieron. Y ahora ha llegado nuestro turno de dar testimonio y, si no creemos, no tendremos excusas.

Estamos destinados a la bienaventuranza de creer sin haber visto y, de este modo, ingresar en la vida eterna.

 * * *

En este mundo ateo, relativista e impregnado de egoísmo, dirijamos nuestra mirada hacia la Santísima Virgen que jamás dudó en la fe, o en cualquier otra virtud, e imploremos su poderosa intercesión para obtener de su Hijo resurrecto gracias eficaces y superabundantes para practicar en grado heroico las virtudes teologales y cardinales. O sea, para alcanzar una plena santidad de perfil mariano. ◊
[12] Biblia Comentada, BAC, Madrid, 1964, v. II, p. 1316.

Fuente: CLÁ DIAS EP, Mons. Joao Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. III, Librería Editrice Vaticana.

10 thoughts on “La fe y la verdadera paz

  1. Como siempre, sigo los comentarios de Monseñor Juan Clá que publica Diario Cambios. Son maravillosas sus reflexiones y análisis. Desde luego, especialmente para los católicos.

  2. Qué bonita pluma. Ojalá no sea como Macial Maciel que escribía bonito pero no era íntegro en su vida espiritual interna. Ruego a Dios no sea el mismo caso, me preocupan las denuncias en su contra.

  3. Me impresionó agradablemente los comentarios a este Evangelio. Nunca antes había visto girar el caleidoscopio y presentar el Evangelio de esta forma tan rica y actual. Mis felicitaciones por la publicación que me ha hecho mucho bien y estoy compartiendo.

  4. Cuanto espíritu de fe, claridad y profundidad en estos bellos y formativos comentarios al Evangelio. Que el Señor conserve a Monseñor Juan Cla por muchos años para ser luz en la Santa Iglesia Católica que tanto necesita de hombres así.

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