Lo que Dios espera de nosotros – por Monseñor João Clá Dias, EP

Dios usa de longanimidad para con nosotros, conforme a las palabras de San Pedro: «El Señor pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca sino que todos se arrepientan» (II Pd 3, 9). Él da tiempo de sobra para abonar y regar la tierra, es decir, para que las personas se conviertan.

Sin embargo, los terribles efectos de la justicia divina nos invitan a examinar a fondo nuestra conciencia, para saber si estamos cumpliendo nuestros deberes de cristiano, asumidos en el Bautismo. La invitación a la conversión presentada por este pasaje del Evangelio significa caminar hacia la perfección, excluyendo cualquier apego al pecado, pues el bien sólo podrá nacer de una causa íntegra. [22]

Estemos, pues, conscientes de la necesidad de una contínua y auténtica conversión una vez que, la búsqueda de Dios exige del hombre todo el empeño de su inteligencia y la rectitud de su voluntad para corresponder a la gracia, sin la cual nada podemos hacer.

Y, si por desgracia, hemos incurrido en muchas faltas, no nos olvidemos que la Santísima Virgen y nuestro Ángel de la Guarda están rogando siempre por nosotros, para que Dios nos conceda una nueva oportunidad.

Lo mismo hacen los bienaventurados, según afirma San Agustín al comentar esta parábola: «Todos los santos son como viñadores que interceden por los pecadores ante el Señor». [23]

Esta liturgia -que nos advierte con tanta seriedad, pero también nos alienta a tener una inquebrantable confianza en la misericordia divina- es apropiada para conducirnos, como dijimos, a un exhaustivo examen de conciencia.

Aprovechemos entonces este domingo para pedir la gracia de romper completamente con el mal. Lo que Jesús esperaba y hasta se quejaba de su pueblo, tal como se refleja en el Evangelio de hoy, es exactamente lo que Él quiere de cada uno de nosotros. Es decir, una gran virtud de penitencia y espíritu de compunción, necesarios a todos los que no vivieron una perfecta inocencia.

Este dolor de los propios pecados, cuando redunda en una contrición perfecta, produce bellos y abundantes frutos, como la plena remisión de nuestras culpas y de las propias penas temporales, y también un considerable aumento de la gracia santificante que hace que el alma avance rápidamente por los senderos de la santificación. Además de gran paz interior, esa contrición mantendrá el alma en estado de humildad, purificándola y ayudándola a mortificar sus desordenados instintos. Allí está un gran medio para adquirir fuerzas contra las tentaciones y garantizar la perseverancia en la fidelidad a los Mandamientos.

¿No nos mueve el ejemplo tan clamoroso del rechazo de aquel pueblo al plazo que le da el Salvador para su arrepentimiento y conversión?

¿Reaccionamos nosotros de la misma manera o imploraremos, por medio de María, este verdadero don de Dios, que es la contrición perfecta?

He aquí lo que comenta Didon acerca del pecaminoso rechazo del pueblo elegido: «El fruto que Dios esperaba y reclamaba de su nación elegida era la penitencia y la fe; la penitencia que llora las infidelidades y las faltas, la fe que acepta la palabra de vida y da acceso al Reino mesiánico”

«Desde la primera hora de su vida pública, Jesús no cesó de recordar estos grandes deberes. Pero, aparte de algunos elegidos, ninguno responde; en lugar de golpearse el pecho, los jefes religiosos no hablan más que de su justicia; en lugar de creer en el enviado, lo combaten, lo persiguen, lo difaman, lo amenazan y lo anatematizan. La venganza de Dios se acerca, lista para reventar, si el enviado desconocido no suspende su explosión; esta raza ciega mal lo imagina, se embarca en ilusiones fatales que la palabra de Jesús no consigue disipar, adormece en las promesas de Dios, sin pensar que su endurecimiento hace estériles esas promesas y provoca la cólera celeste. Los milagros no pueden más sobre ella que la palabra. «Arrancan a la multitud algunos gritos de admiración, pero escandalizan a la clase dirigente que no cesa de oponer al Profeta las vanas observancias de su culto». [24]

Una vez más, podemos preguntarnos: ¿nosotros, reaccionamos de igual modo? ¿O sacaremos todo el provecho, no sólo de esta Liturgia, sino de toda la Cuaresma? ◊ 

[22] Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica, I-II, q.18, a.4, ad.3.

[23] SAN AGUSTÍN, apud MALDONADO, SJ, op. cit., p.619.

[24] DIDON, Jesus Christo. Porto: Chardron, 1895, v.II,  p. 321-322.

Fuente: Mons. João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana.

Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.

12 thoughts on “Lo que Dios espera de nosotros – por Monseñor João Clá Dias, EP

  1. Qué bien, todas estas reflexiones son una excelente preparación para vivir con profundidad este tiempo de Cuaresma. Gracias a Diario Cambios por compartir.

  2. Gracias Monseñor Joao por tan esplendido comentario del Evangelio.
    Leo siempre sus artículos. Sin un retiro espiritual continuo y un llamado a ser santos.
    Los reenvío siempre a mis amistades que también se favorecen con sus comentarios.
    Monseñor Joao es un santo en vida.

  3. ¡Salve María! Monseñor Joäo Clá Dias EP
    Gracias por este artículo «Lo que Dios espera de nosotros».Dios quiere que todos sus hijos nos salvemos y no caigamos al precipicio. Quiere nuestro arrepentimiento, para gozar de su presencia amor y que estemos unidos a nuestra Sma Madre, la Virgen María.
    Monseñor que Dios le conceda salud y muchas bendiciones. Amén.

  4. Muy profunda meditación. Sencilla de aplicar para quien obre de buena fe. Llama la atención la gran espera de la misericordia divina antes de cumplir con la aplicación de su justicia divina. Es tan inmensa que nadie tiene lugar a poner excusas de que no fue avisado ni esperado.

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