Mons. João CLÁ DIAS: Lecciones para los católicos de todos los tiempos

Tal vez por su convivencia íntima y diaria con la Madre de Dios, o por ser el amado, san Juan Evangelista escribe con especial unción, mostrándose eximio conocedor del profundo significado de todos los hechos. En estos versículos de hoy [Evangelio del Domingo 3° de Pascua de Resurrección], su lenguaje simbólico alcanza un máximo de expresividad.

Pedro se lanza al mar con otros seis compañeros en las aventuras de una pesca nocturna. Y Jesús, estando en lugar firme, vigila por ellos y por la barca.

Nada conseguían. Jesús los orienta, ellos obedecen y el resultado es inesperado. Una vez más se hace patente la afirmación de Jesús: “Sin mí nada podréis hacer” (Juan 15, 5), como aquella otra de San Pablo: “Todo puedo en aquel que me conforta” (Fl 4,13). Son las últimas lecciones dejadas por el Divino Maestro, no sólo para la buena formación de sus discípulos de entonces, sino para los siglos venideros, hasta el fin de los tiempos, por lo tanto, también para nosotros. Cuando el fracaso encorve nuestra espalda, busquemos oír la voz de Jesús y seguir sus enseñanzas. Él, estando en la playa de la eternidad, nos dará el consejo sabio y eficaz a punto de transformar el peso que nos fatiga, en maravilloso éxito. Por eso jamás debemos desanimar, por mayores que sean los obstáculos a enfrentar.

Pedro propone la pesca, salta del barco en busca de Jesús y regresa al mismo para arrastrar la red. También aquí, Pedro representa al Papa de todos los tiempos, el Dulce Cristo en la tierra. A él corresponde la conducción de la Iglesia bajo la vigilancia y orientación de Jesús.

Los Apóstoles estaban sin alimentarse durante toda la noche, pero antes de cualquier providencia, entregan los frutos de sus esfuerzos a Jesús. Este debe ser siempre nuestro procedimiento; primero tenemos que restituir a Dios nuestros éxitos, sin preocuparnos por nosotros, pues Él tomará la iniciativa de completar lo que Él mismo comenzó. Lancémonos a las actividades apostólicas bajo el influjo del Espíritu Santo, compenetrándonos de que estamos en la barca cuyo piloto es Pedro. Nuestra entrega y esfuerzos deben ser totales. El sustento y la energía, los dará Jesús.

En todas las misiones apostólicas, debemos estar convencidos de la presencia de Cristo a nuestro lado. Nosotros lo sentiremos si prestamos un poco de atención, tal como se dio con estos siete discípulos: “Ninguno de los discípulos osó preguntarle: ‘¿Quién eres tú?’, sabiendo que era el Señor”.

También no es fructífera la pesca de almas realizada “por la noche”. Es decir, por más cultura, inteligencia y dones naturales que podamos tener, nada conseguiremos en nuestro apostolado si queremos contar, de modo exclusivo, con los medios meramente humanos. Son ellos, la noche de nuestro fracaso.

“Llegada la mañana…” (v. 4). Es en la luz de la gracia y, por lo tanto, en la intercesión de María Santísima Virgen que Jesús se presenta en la playa. La acción misionera de maravillosos efectos siempre ha sido la realizada a la luz de la aurora de la mediación de Aquella que es invocada como la Estrella de la Mañana. ◊

(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana).

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