Monseñor João S. Clá Dias: La palabra es el espejo del corazón

La consideración de la palabra nos incentiva a hacer un examen de conciencia. ¿Cuáles son los temas de nuestras conversaciones? ¿A qué estimulamos a los otros con lo que decimos? ¿Qué sale de nuestra boca? Por nuestro discurso conoceremos cómo somos por dentro, y tendremos noción de cuál es el árbol de donde proceden tales frutos, como advierte San Basilio: “El estilo de la palabra da a conocer el corazón de quien procede, manifestando claramente la disposición de nuestros sentimientos”. [14] Según nos dice Nuestro Señor en este Evangelio, por nuestra conversación diaria es por donde conocemos el tipo de tesoro que guardamos en el alma. San Juan Crisóstomo también es muy claro al exponer esa doctrina: “Es una consecuencia natural que cuando la malicia vive en nuestro interior, las palabras inoportunas salgan por nuestra boca; por lo que, cuando oigas a alguna persona que profiere palabras poco honestas, no creas que se oculta en él menos malicia, que la que expresa por medio de la palabra; antes bien entiende que la fuente es más caudalosa que el arroyo. […] Porque la lengua, aunque muchas veces es desvergonzada, no derrama de golpe toda su malicia; mas el corazón, que no tiene a hombre alguno por testigo, al no sentirse cohibido por medio alguno, engendra los males que le da la gana. Porque de Dios bien poca es la cuenta que tiene. Así, pues, como las palabras pueden ser examinadas y se pronuncian ante todo el mundo, el corazón, empero, se queda allá en la sombra; de ahí que los pecados de la lengua sean menos que los del corazón. Pero, cuando la maldad de dentro se hace muy grande, estalla estruendosamente lo que hasta entonces estaba escondido”. [15]

[…] IV – Conclusión

La vida, comparada por el salmista a un soplo y a la sombra que pasa (cf. Sal 39, 6-7), tiene una corta duración. Caminamos todos hacia el gran día del ajuste de cuentas, en que Jesús nos llamará ante su presencia y nos conducirá, si somos dignos de alguna recompensa, a las moradas de la casa de su Padre.

Pero sabemos de antemano que el ingreso en el Reino de los Cielos será franqueado a los buenos según los frutos presentados. Por éstos se conocerá la sinceridad de nuestra entrega a Dios. Ya que Él toma la iniciativa de amarnos por libre y espontánea voluntad, arrancándonos del lodo y elevándonos hasta la más alta cima sobrenatural, la vida de la gracia, ¿cómo se lo retribuiremos? Este es el domingo de la liturgia de la generosidad, de nuestra respuesta a Dios por todo lo que nos concede.

Teniendo muy presente que esos frutos también se refieren al modo con que guiamos al prójimo por las vías de la salvación, pidamos la insuperable intercesión de María Santísima, para obtener de Ella la gracia de ser transformados en discípulos restituidores de todo lo que recibimos de Dios y, más aún, en hijos cuya vida pueda ser comparada al cristal colocado en la custodia: un simple objeto que no impide a los fieles la contemplación de Jesús Hostia, sino que, por el contrario, revela ser de una calidad tanto mejor cuanto más transparente es.

Seamos auténticos seguidores de Nuestro Señor y devotos hijos de la Iglesia empeñados en difundir por el mundo la luz recibida de lo Alto, y de nuestro interior saldrá toda especie de buenos frutos, porque “cuando los hombres resuelven cooperar con la gracia de Dios, entonces se operan las maravillas de la Historia”. [16] ◊

[14] SAN BASILIO, apud SANTO TOMÁS DE AQUINO. Catena Aurea. In Lucam, c. VI, vv. 43-45.

[15] SAN JUAN CRISÓSTOMO. Homília XLII, n.º 1. In: Obras. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (1-45). 2.ª ed. Madrid: BAC, 2007, v. I, pp. 809-810.

[16] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002, p. 132.

Fuente: Mons. João Scognamiglio Clá Dias in “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. II, Librería Editríce Vaticana.

[Monseñor João Scognamiglio Clá Dias es fundador de los Heraldos del Evangelio]

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