Hace 20 años, Atlético, el hijo predilecto de uno de los barrios más populares del Altar de la Patria, inscribía su nombre en la historia más rica del fútbol chacarero del Uruguay y se sumaba a ese escueto círculo de privilegio reservado para aquellos que lograron, como el albiceleste en aquella tarde del Estadio Silvestre Octavio Landoni de Durazno, tocar el cielo con las manos.