Pbro. Dr. Gabriel González Merlano: Un día para defender nuestra conciencia

Días pasados, el 15 de mayo, se celebraba el día internacional de la objeción de conciencia, instituido en el año 1985, gracias a la acción de un conjunto de grupos pacifistas, contrarios por motivos de conciencia a la actividad bélica y al uso de armamentos.

Varios son los motivos que nos pueden llevar a hacer uso del derecho a la objeción de conciencia. Pero antes que nada debemos definir la conciencia, que no es otra cosa que la propiedad del ser humano mediante la cual puede percibirse a sí mismo y reconocerse en su esencia. Esto le permite interactuar con su entorno, relacionándose con los estímulos externos que se le presentan a través de la percepción. En cuanto nos remite a lo más íntimo del ser humano, la conciencia es un espacio sagrado e inviolable.
Asimismo, además de este aspecto psicológico de la conciencia, está el moral, por el cual la persona adquiere el conocimiento y la responsabilidad respecto de sus acciones. Esta conciencia moral nos permite adquirir ideas y convicciones que nos guiarán a lo largo de la vida. Ahora bien, dicho esto, podemos preguntarnos: ¿qué es la objeción de conciencia?

La objeción es lo que en ejercicio de la libertad de conciencia permite que nos neguemos a acatar alguna orden jurídica por razones de conciencia, es decir, aquellas que son incompatibles con nuestras convicciones de índole ética, religiosa, moral o filosófica. Esta libertad de negarse a una acción exigida está protegida por los derechos humanos fundamentales, pues la libertad de objetar permite que en los Estados haya más respeto a la diversidad y a las minorías, así como evitar la imposición de ideas.

Un ejemplo de la aplicación de la objeción de conciencia es aquella ejercida por el personal sanitario, donde algunos médicos se niegan a practicar abortos o eutanasias, pues sus ideas -religiosas, éticas o filosóficas- no son compatibles con esos actos. Sin embrago, en algunos casos, por ejercer sus derechos, se han visto amenazados u obligados a realizar dichas acciones contra su voluntad. Nada lejano a lo que ha sucedido en nuestro país luego de legalizado el aborto.

Son muchos los ejemplos de este derecho a los que podemos acudir, aunque sin duda algunos son más significativos, como la negación a la transfusión de sangre, en el caso de algunos grupos religiosos, la negación a jurar la bandera, no trabajar ciertos días considerados sagrados, la situación de algunos estudiantes, como los musulmanes, a quienes no se les permite llevar sus vestimentas dentro de las aulas. Y muchos otros casos que a diario suceden en el mundo.

Ante estos hechos, debemos alzar la voz continuamente en favor del derecho a la objeción de conciencia de toda persona. Este derecho no es otra cosa que la concreción del derecho humano fundamental a la libertad de conciencia, cada vez más amenazado frente a los nuevos derechos creados legislativamente, fruto de un pensamiento único y hegemónico que se intenta imponer de todos los modos.

Los ataques a la objeción de conciencia afectan a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, ya que perjudican a los creyentes en el libre ejercicio de profesar sus creencias. Por esto, es importante trabajar para que las ideas religiosas –como las éticas o filosóficas– sean respetadas y se permita a cada individuo vivir su fe y abrazar su propia forma de vida de manera plena. La objeción de conciencia es un derecho inalienable de toda persona, religiosa o no, que debe ser defendido y garantizado en todo momento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *