Por Heraclio Labandera: El retiro de Daniel Salinas

La renuncia programada de Daniel Salinas al MSP fue acompañada de una serie de comentarios laudatorios de todas las tiendas, divulgados por diferentes medios de comunicación, y en particular, por las redes, donde los mensajes adquieren un carácter más intimista. También hubo de los otros, entre los que se destacó el hilo de Twiiter de Julio Trotschansky, antiguo crítico de las «muertes evitables» durante la pandemia y viejo patrocinador de medidas de política sanitaria que en países de la región demostraron un sonoro desacierto. Al final del ciclo, es también hora de algunas reflexiones.

La renuncia anunciada durante el último mes de Daniél Salinas del Ministerio de Salud Pública (MSP), puso fin con muy buena nota a una gestión plagada de ruidos y sinsabores. Entró al gobierno como ignoto ministro de un partido de la Coalición Republicana y se retiró del mismo como un hombre de gobierno, más allá de los sectores que detenten el poder. Fue así porque le tocó el desafío de impulsar la principal política de Estado de esta administración, cómo fue el combate a la pandemia, dónde convergieron esfuerzos de toda la sociedad uruguaya. Le tocó también mantenerse equidistante de los actores que a izquierda y derecha enfrentaron la política pública del combate al Covid. A poco de su designación, el médico Alvaro Vega, ex legislador por el MPP y referente del FA de Florida, escribió una columna sobre Salinas, diciendo que el gobierno había designado al frente del MSP a un médico desconocido por el sistema político, sin ningún tipo de antecedente en política sanitaria, y tres años después se retiró del gobierno como uno de los ministros con mayor popularidad. Era claro que Salinas no estaba en el radar de la izquierda cuando llegó al gobierno,, y considerando el narcicismo ideológico del frenteamplismo, que desconoce todo lo que no estuviese el cono de luz del FA, su nombre fuera el de un absoluto ignoto. Pero en ello, hay una moraleja. Monopolistas ostensibles de la moralidad y el prestigio público, para el FA existe un Uruguay al que se ha normalizado ignorar, y al que se quiere negar cualquier tipo de prestigio social o profesional. El pasaje de Salinas por el MSP fue una bocanada de aire fresco, que le otorgó una muy buena imagen a una cartera con fama de complicada. Y en particular, la puso en el corazón de un esfuerzo nacional, algo que para sostener una mirada estratégica de país, debiera  volverse norma en otras carteras.

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