SERVANDO ECHEVERRÍA: Yo, árbol

 “A mis nietos en tiempos de pandemia”.

Lentamente empecé a sentir sensaciones desconocidas en mi cuerpo, mis pies se agrandaban a la vez que mis piernas se estiraban cada vez más y más, mis brazos tenían el doble de largo, mi cuello elongaba sin parar. Un mareo que inició leve aumentaba preocupante; de pronto mis pies se enterraban en el suelo y arrastraba mi cuerpo hundiéndolo casi hasta las rodillas; perdí la conciencia ingresando a un estado mental que me llevaba a pensar no como ser humano.

  Me di cuenta de mi transformación y me alarmé, había mutado de humano a árbol. Yo, árbol.

  Ambos pies enterrados en el suelo, mis dedos formaron las fuertes raíces que debían anclar el voluminoso cuerpo del árbol que estaba naciendo. Mi vientre, pecho y cuello se estiraron por varios metros transformándose en un  tronco perfecto; mis brazos y dedos de las manos en el ramaje frondoso. La cabellera en hojas; los dos ojos por los cuales vería la realidad se ubicaron en lo más alto de la última rama.

  De esa manera inicié mi vida transformado en un árbol. La nueva situación me agradaba por ser una experiencia fascinante.

  Inspeccioné donde me encontraba: en medio de una plaza por donde circulaba mucha gente; a mi lado varios árboles que pretendían saludarme hamacando sus ramas. Uno de ellos se identificó como Pepe Tilo y presentó a los restantes integrantes del nuevo barrio; a mi lado Lolo Ibirapitá, Dora Araucaria, Lía Palmera, Lalo Plátano, Perezozo Ombú y Pocholo Ceibo. Más retirado de ellos un jardín de infantes integrado por rosas, gladiolos, pensamientos, pero con ellos no había amistad porque competían por la luz del sol ya que los árboles por su tamaño los dejaban siempre a la sombra.

  – Y yo, quién soy?  pregunté

  – Vos sos Ginko Biloba,  dijo Pepe Tilo que era el jefe de la banda.

  – Y qué haremos para no aburrirnos? Porque aquí parados en esta plaza sin desplazarnos, mirando siempre lo mismo me parece triste.

  Pero  pronto me di cuenta que por mi altura podía ver por encima de las casas, a las personas las podría mirar desde muy arriba, mis ramas se moverían como abanicos, mi tronco sería tan duro y fuerte capaz de afrontar los vientos más violentos.

  Pepe Tilo dijo que él dos veces al año produce una florcita que es un tranquilizante natural; a la vez de expeler un riquísimo perfume que aromatiza la plaza.

  Lolo, el Ibirapitá, tenía una postura más jerarquizada; cuando se presentó dijo -“soy el árbol de Artigas y figuro en todos los libros de escuela”. Qué orgulloso el Ibirapitá!

-Lolo Ibirapitá ¿cuál es tu característica?

-Produzco una florcita que es un encanto, soy tan alto que me ven de muy lejos, tengo brazos largos como para abrazar a muchas personas-.

  Dora, la Araucaria, es la matrona de la plaza; es grande se extiende a lo largo y ancho, su cuerpo gordo y alto; ella sola ocupa todo un cantero.

–           Cuál es tu encanto Dora?-

–           Tengo unas ramas que parecen escamas de pescado que cuando sopla viento muy fuerte, las arrojo al piso, pero cuidado porque pinchan!-.

Por su parte Lia, la Palmera, me miraba picarona con sus ramas despeinadas

–           A mi me persiguen las palomas que, en el tronco donde nacen mis ramas, encuentran un lugar ideal para sus nidos. También ofrezco coquitos dulces que las personas comen y les gustan mucho.

El Plátano es el más reacio de todos, no le gusta la socialización, no quiere hablar, entonces  Pepe Tilo, el más decidido, lo llamó diciéndole:

“-  Dale Lalo, preséntate a Yinko Biloba que es nuevo en el barrio“.

–           Soy muy viejo y no me gusta que me critiquen, dijo Plátano

–           Pero no te estamos criticando

–           Mucha gente no me quiere porque produzco una bellota con una pelusa que molesta a los ojos de las personas.

–           No te pongas mal Lalo, tienes un tronco enorme y tus ramas y hojas ofrecen buena sombra”, dijo Pepe Tilo y  como buen tilo lo tranquilizó.

El Perezozo Ombú, muy haragán, nada nos quiso decir. Según Lía Palmera este Perezozo se pasa extendiendo sus ramas y sólo sirve para sombra. Le gusta la soledad.

– Pero y su madera? pregunté

– Ni para el fuego sirve; pero el Perezozo Ombú tiene su pinta, es muy hermoso, me gusta-” dijo Lía Palmera, inclinando la cabeza haciéndome una guiñada picarona.

Otro árbol más retirado nos observaba con cierto aire sobrador. Estaba plantado en la esquina de la plaza, lugar privilegiado, exhibiendo su ramaje verde intenso con flores rojas en forma de capullo.

–           Y ese que nos mira y no se integra quién es?- pregunté

–           Es Pocholo, llamalo y verás

Respondiendo a mi llamado se presentó:

–           Hola, soy Pocholo el Ceibo, y tengo el privilegio de dar una flor que es “declarada flor nacional”, por tanto tengo la mayor autoridad y más alto prestigio entre los árboles del barrio. Soy el más distinguido.

  Cada árbol se conformaba con su característica por lo que aportaba a la sociedad, pero criticaban duramente a otros como al Eucaliptus, con quien no tienen trato porque lo consideraban de baja calidad.

–           Solo sirve para quemar en la estufa-, acota Lía Palmera

–           Bueno, le dije,  es una función no menor dar calor a la gente.

–           Además ellos están en los campos para sombra de animales y nosotros damos sombra a la gente, somos más importantes y estamos en todas las plazas.

Y yo, Ginko Biloba para  no achicarme me presenté como uno de los árboles más derechitos y altos que llegamos hasta los 25 metros de altura lo que me da una elegancia especial. Como si fuera poco mis hojas, que en otoño se transforman en amarillo oro, son muy buenas para la memoria, pero además me llaman el árbol de la Vida porque fue el único árbol que sobrevivió en Hiroshima.

  Quedaron todos mudos.

  Si bien no tengo títulos nobiliarios, ofrezco una presencia y bondades que superan a los demás. Mis ramas se alargan en paralelo unas de otras, sin enredarse entre ellas,  alcanzan un largo de 10 metros. Por mi gran altura los veo a todos de arriba, me rozan las nubes, soy amigos de las calandrias, sabias, horneros, gorriones, palomas; no tengo espinas ni pelusas que molesten a los ojos; mis hojas son limpias y cuando sopla el viento no emito sonido.

  Soy amigo de la gente; yo me transformé en árbol, en Ginko Biloba.

   Yo árbol.

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