EL NOMBRE DE NUESTRA REPÚBLICA

El 18 de julio celebramos un nuevo aniversario de la Jura de la Constitución, esa primera Carta Magna que marca el inicio formal de la República Oriental. Los veintiocho miembros, que el 22 de noviembre de 1828 dieron inicio a la tarea de la Asamblea General Constituyente y Legislativa del Estado, tuvieron dos grandes problemas: uno, la urgente organización del nuevo Estado en el que estaba todo por hacer, y el otro, las rivalidades de los dos caudillos en pugna (Lavalleja y Rivera) que buscaban el predominio en la Asamblea. No había aún partidos políticos, pero cada uno de los miembros, con reconocida trayectoria y méritos, había tenido en el pasado reciente distintas posiciones políticas. De tal forma había colaboradores de la dominación brasileña (abrasilerados), unitarios (aporteñados), fervientes seguidores de Artigas, junto a otros de actividad pública más reciente, partidarios de Lavalleja y de Rivera, liberales y conservadores. Pero todos coincidían en el mismo anhelo de unidad nacional.

En ese conjunto encontramos un buen número de clérigos, pero entre ellos se destaca uno, por el tema al que quiero hacer mención. Se trata del Pbro. Lázaro Gadea y su decisiva intervención al momento de darle nombre a la nobel república. En el proyecto de Constitución puesto a consideración, el primer artículo estaba redactado de la siguiente manera: “El Estado de Montevideo es la asociación política de todos los Ciudadanos comprendidos en los nueve Departamentos actuales de su territorio”. Es clara la nominación a la que nuestro país quedaría sujeto. 

El P. Gadea, sacerdote del clero secular, nació en Santo Domingo de Soriano y fue representante por aquel departamento desde el inicio de la Asamblea. En marzo de 1824, ante la invasión de Lecor, se va a Buenos Aires y allí funda una escuela lancasteriana. Estuvo en varias parroquias de nuestro territorio, fue gran figura del clero nacional, conocido por todos por su sabiduría y virtud. Además, fue el primer maestro de Jacinto Vera —futuro primer obispo del Uruguay—, en el inicio de su preparación al sacerdocio. Tuvo muy activa participación en la Constituyente —en el Tomo I de las Actas de la Asamblea, aparecen cien intervenciones suyas en doscientas páginas—, y entre otras cosas a él le debemos el nombre que nos identifica.

Frente a aquellos que, deudores de sus ideas centralistas, querían denominarlo Estado de Montevideo, con sobrados argumentos Gadea defiende la denominación de Oriental, común a todos los ciudadanos. Gadea aboga por un nombre que incluyera a todos los pueblos del interior. Así, triunfó la idea que encontró en los hermanos Barreiro sus más firmes defensores, consagrándose el nombre de Estado Oriental del Uruguay. Denominación ésta fundamentada en la intención de integrar en igualdad de condiciones a los demás departamentos, y no “despertar celos”, como expresará Gadea. Pero además, porque el nombre de orientales fue el que siempre llevaron los “guerreros de la independencia”, como recordará el Pbro. Manuel Barreiro.

La tendencia a constituir una Ciudad-Estado, bajo los impulsos del centralismo capitalino no prosperó en 1830, al menos en el nombre, aunque en los hechos es evidente el triunfo del paradigma unitario contrario a las ideas artiguistas, que Gadea y otros muchos defendieron como signo de auténtica identidad nacional.

Pbro. Dr. Gabriel González Merlano

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