Hemos iniciado un nuevo año, estamos en pleno período estival y con él llega la licencia, las vacaciones, etc., entendidas estas, en cualquiera de sus acepciones, como tiempo de descanso, de “ocio”. Ya que si el “negocio”, en cuanto actividad, es la negación del ocio (neg-ocio), las vacaciones, en cuanto descanso, son su afirmación, pues al descanso lo identificamos con la quietud, el reposo o la pausa en el trabajo. “Descansar” (des-cansar) es deshacerse del cansancio, dejar de hacer lo que nos cansa, y lo que nos cansa fundamentalmente es el trabajo y toda obligación que se le equipare. Es necesario descansar para reparar el esfuerzo realizado. Pero ello no sólo tiene una connotación física, sino también espiritual y moral. Sin duda que ante todo el descanso constituye una exigencia de recomponer las energías utilizadas, lo cual es una inclinación natural, pero también hay otros motivos que exceden lo puramente biológico. De hecho el hombre puede regular el descanso, por ejemplo en lo que atañe a su duración, haciendo que sea superior o inferior a lo que su naturaleza física requiere. Por otra parte, vemos que existen distintas formas de descansar. Si el descanso fuera sólo del cansancio físico, bastaría dormir o no hacer nada para lograr el objetivo deseado. Pero sin embargo, hay una inclinación, también natural, de que para descansar es necesario salir de la esfera de las obligaciones, de la rutina. Lo contrario sería apenas un descanso pasivo. Lo que tampoco quiere decir que es obligatorio alejarse, ir a otro lugar, pues no todos pueden o quieren hacerlo, ni es estrictamente necesario, más allá de las posibilidades y gustos personales. Lo que queremos expresar es que la vida no es sólo trabajar y descansar para seguir trabajando; no olvidemos que el trabajo es un medio, consustanciado con la dignidad humana, pero nunca un fin en sí mismo. El hombre necesita además cultivar otros valores. Por tanto, el “tiempo libre” es para dedicarse al “ocio”, no a la simple y vacía “ociosidad”. Por eso, tampoco es cuestión de tener un tiempo para la frívola diversión, sino un tiempo para el cultivo de posibilidades superiores para la existencia, como son las familiares y, también, culturales (reflexión, lectura, etc.) y hasta actividades solidarias. De ahí que el descanso es un mandato natural, pero también ético en la más amplia expresión del término, pues nos permite hacer lo que a veces no podemos realizar durante el año. Debemos rescatar, entonces, el antiguo concepto -de origen griego- de “ocio”, en toda su riqueza, frente a muchos que hoy en día defienden el puro “activismo”. Puesto que nuestra sociedad de consumo nos invita a una frenética actividad en aras de la producción y la ganancia, ante lo cual el tiempo de ocio puede llegar a ser considerado carente de sentido, una “pérdida de tiempo”. En ese sentido, las vacaciones nunca pueden ser una evasión o la ausencia de compromisos, como única forma de lograr la finalidad de “pasarla bien”. El tiempo libre, es mucho más que un lapso sin inconvenientes ni problemas, y el éxito del descanso, por tanto, no puede reducirse sólo a eso. Vivir bien este tiempo libre es fundamental, porque por un lado se nos presenta, como veíamos, como una necesidad natural, espiritual y moral, pero por otro lado no debemos caer en la tentación de absolutizar este tiempo de ocio. A propósito, Jesús recriminaba a aquellos que en nombre del descanso sabático (día de descanso de los judíos) se abstenían de la caridad, diciendo que “el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado”. De la misma forma, nosotros deberíamos ponernos a resguardo de la tentación de “vivir para las vacaciones”, es decir, que éstas constituyan un fin en sí mismas. Ni vivir para el trabajo, ni vivir para las vacaciones. Nadie duda de que el tiempo libre es, como hemos dicho, no sólo para recuperar energías físicas, sino también anímicas, para un equilibrio biológico y psicológico, muy necesario luego de un prolongado e intenso esfuerzo laboral; por ello lo recomendable de interrumpir las ocupaciones y salir del ambiente en el que se desarrolla la rutina. Pero aún es necesario dar un paso más y saber encontrar otra finalidad en el descanso, para que lo anterior no sea simple y únicamente la posibilidad de no hacer nada o divertirnos frívolamente, sino que se verifique un crecimiento personal y familiar, pues hoy más que nunca en tiempos de pandemia es un tiempo de familia. ¡Buenas vacaciones!