Así como nadie elige nacer, tampoco elige el lugar donde eso ocurre. Durante su infancia y juventud, tampoco podrá elegir dónde residir ni por cuánto tiempo. A veces habitará siempre en el mismo domicilio. En otros casos, quizás se mude una o más veces de casa, de barrio, de ciudad y, tal vez, de país. En tanto es dependiente de sus mayores, las decisiones al respecto del lugar de residencia no dependen del menor. Para mudarse pueden existir diversas razones pero, en cualquier caso, él no estará eligiendo el lugar dónde desee residir.
Recién, al llegar a la adultez -con la consiguiente independencia en relación a sus mayores-, podrá elegir el lugar de residencia, aunque, al igual que lo acontecido en el pasado, muy probablemente existan factores que condicionen la elección (trabajo, estudio, familia, etc.). Se podría decir que continuará siendo “hijo de las circunstancias” que le han tocado vivir.
Y cuando llegue el otoño a su vida, seguramente las condicionantes habrán de tener modificaciones (jubilación, salud, etc.), las cuales quizás también impliquen -por voluntad propia o no- un nuevo cambio de residencia.
Surge entonces la interrogante: ¿existe ese lugar (especial y único) en el mundo donde se puede residir de manera definitiva y acorde a los deseos y expectativas de la persona?
Es posible que ese lugar exista para algunas personas, pero en una ínfima cantidad. La gran mayoría de la gente deambulará de sitio en sitio durante gran parte de su existencia, cual hoja al viento, según sea el momento de vida que transcurra.
¿Y esto último es malo de por sí? No necesariamente. En especial si se concibe a la vida como un permanente devenir, cual viajero que va recorriendo un camino donde periódicamente se le presentan desafíos nuevos (buenos y de los otros), los cuales no deben impedirle continuar avanzando. Y es ahí donde adquiere relevancia la actitud de la persona ante tales desafíos, cómo los encara, cómo se esfuerza por superarlos en aras de proseguir su marcha.
Para entonces, si la persona asume una actitud positiva ante cada desafío, sentirá como propio (y satisfactorio) el sitio donde esté viviendo en esa etapa. Allí tendrá la posibilidad de disfrutar de las cosas y las oportunidades que encuentre y acceder a ser feliz. Ese será su lugar en el mundo en esa etapa.
En una instancia posterior en su camino, serán otras las cosas y las oportunidades que encuentre para ser feliz y, entonces, otro será su lugar en el mundo.
Tal vez en la última etapa de su vida, la persona pueda establecerse de manera definitiva en un sitio que cumpla en gran medida con el plan que concibió durante largos años -su lugar ideal- y cuya concreción debió postergar debido a las condicionantes que se le presentaron y que inexcusablemente debió priorizar (trabajo, economía, hijos, etc.).
En resumen, no existe uno sino varios lugares en el mundo donde la persona puede residir y ser feliz. El desafío es encontrarlos en cada instancia y aprovecharlos al máximo. Nada de lamentarse de lo poseído en el pasado (sin retorno posible) ni tampoco de aferrarse neciamente al futuro (de concreción incierta). Vivamos el presente que es lo único que poseemos.
Escritores Floridenses: José Luis Llugain-«Un lugar en el mundo»

Muy buen texto . Describe lo que es la vida misma, las tensiones entre lo que se desea y lo que se puede.Cada persona es libre de elegir donde vivir y rehén de sus circunstancias a veces estas coinciden y eso se llama » tu lugar en el mundo».