Cada día convivimos con bocinas, motos, parlantes y obras que hacen difícil disfrutar del silencio. La contaminación sonora ya es parte del paisaje urbano, pero sus efectos en la salud y el bienestar son más serios de lo que muchos piensan.
En Florida ya no hace falta ir al centro para sentirlo: basta con salir a la vereda, abrir la ventana o caminar por cualquier barrio para notar que el ruido se ha vuelto compañero de todos los días. Bocinas que suenan sin motivo, motos con escapes libres, parlantes al máximo volumen, obras en construcción y hasta mascotas que ladran sin parar conforman una banda sonora que nunca se apaga del todo.
Aunque muchos lo tomen con naturalidad, la contaminación sonora es un problema real que afecta la calidad de vida de las personas. La exposición constante al ruido puede generar estrés, insomnio, dolores de cabeza, irritabilidad y, a largo plazo, incluso problemas auditivos y cardiovasculares. No es exageración: el exceso de ruido altera nuestro cuerpo y nuestra mente, aunque no lo notemos de inmediato.
Florida, con su crecimiento urbano y el aumento del tránsito, también ha ido perdiendo parte de esa tranquilidad que la caracterizaba. Los vecinos de distintas zonas reclaman por el ruido de motos y autos a altas horas de la noche, o por parlantes que convierten la calle en pista de baile. A veces la falta de controles y de conciencia hace que el respeto por el descanso ajeno quede en segundo plano.
Pero el ruido no solo viene del tránsito o las fiestas. Las obras en construcción, los talleres mecánicos y algunos comercios también contribuyen a este problema. En muchos casos, la falta de aislamiento acústico o el uso de maquinaria sin horarios adecuados agrava la situación. Y aunque las normativas sobre ruidos molestos existen, pocas veces se aplican con firmeza.
Recuperar el silencio parece difícil, pero no imposible. Hace falta mayor control, sí, pero también más educación y empatía. Bajar el volumen del parlante, evitar acelerar la moto en plena madrugada o respetar los horarios de descanso son gestos simples que marcan la diferencia. Todos tenemos derecho a disfrutar del ruido que elegimos, pero también al silencio que necesitamos.
Florida siempre se destacó por su vida tranquila, su ritmo pausado y sus barrios donde todavía se puede saludar al vecino desde la puerta. Cuidar ese ambiente también significa cuidar el sonido de la ciudad. Menos bocinas, menos gritos, menos parlantes al tope… y un poco más de silencio. Porque, al final, el ruido no se ve, pero se siente.
Redacción de CAMBIOS
Foto: “Revista Mercado”