El aumento del parque automotor, la escasa planificación urbana y el desconocimiento de las normas básicas de tránsito generan conflictos diarios en la ciudad de Florida. La falta de respeto a las reglas y el desorden al estacionar se han vuelto parte de la rutina, afectando la convivencia y la seguridad vial.
Redacción CAMBIOS
Florida vive desde hace años una transformación en su dinámica urbana: más vehículos, más movimiento y más congestión en un espacio que, sin embargo, sigue siendo el mismo. La ciudad, pensada en tiempos donde el tránsito era escaso y previsible, hoy enfrenta una realidad distinta: calles saturadas, ausencia de lugares para estacionar y una preocupante falta de educación vial que agrava los problemas cotidianos.
Uno de los puntos más críticos se observa en el microcentro, especialmente en las zonas de mayor actividad comercial y administrativa. Las calles Independencia, Ursino Barreiro, Batlle y Ordóñez, y Rodó se han convertido en un verdadero campo de maniobras improvisado, donde estacionar puede demandar varios minutos y, muchas veces, terminar en una infracción. Vehículos mal ubicados, autos en doble fila o sobre las veredas, camiones de reparto ocupando esquinas enteras, y motocicletas invadiendo rampas o entradas son parte del paisaje diario.
El crecimiento del parque automotor departamental, que supera los 30.000 vehículos según datos de la Intendencia, no vino acompañado por una planificación acorde. No se han creado zonas de estacionamiento alternativas ni se ha modernizado la gestión del tránsito. Ni se ha cambiado la forma de estacionar, como podría ser estacionamiento “a la porteña” como en las plazas Asamblea y Artígas. Las pocas medidas aplicadas —como los carteles de prohibido estacionar o la delimitación de espacios— resultan insuficientes o se cumplen de forma irregular.
A esto se suma un problema aún más profundo: la falta de educación vial. Muchos conductores, peatones y motociclistas desconocen o directamente ignoran las normas más básicas del tránsito. Es común ver maniobras sin señalización, giros indebidos, vehículos que no respetan pasos peatonales o que circulan en sentido contrario por calles estrechas., los adelantamientos de las motos por la derecha, etc En el caso de las motos, la situación se agrava con el uso inadecuado del casco, la sobrecarga de pasajeros y la circulación sobre veredas o plazas.
Desde el Área de Movilidad Urbana de la Intendencia de Florida se han hecho esfuerzos por concientizar a la población, especialmente durante la Semana de la Seguridad Vial, pero el impacto es limitado si no existe un cambio de conducta permanente. La educación vial no puede depender solo de campañas ocasionales: debería incorporarse como formación desde la niñez, fortalecerse en los centros educativos y reforzarse con controles efectivos y sanciones reales.
Por otro lado, la falta de infraestructura también tiene su cuota de responsabilidad. Florida carece de estacionamientos públicos de gran capacidad o de un sistema regulado de estacionamiento tarifado que organice la demanda. En ciudades de similar tamaño del interior del país, la implementación de zonas azules o estacionamientos tarifados ha permitido ordenar el tránsito y generar fondos para mejorar la movilidad. En Florida, en cambio, la situación se mantiene prácticamente igual que hace veinte años, con calles que no dan abasto y conductores que buscan espacios donde no los hay.
El problema del estacionamiento no es solo una cuestión de comodidad, sino también de seguridad. Los vehículos mal estacionados obstaculizan la visibilidad, bloquean el paso de peatones o de vehículos de emergencia y generan situaciones de riesgo. En varios cruces del centro, la falta de respeto por las esquinas y la invasión de las sendas peatonales complican la circulación y aumentan la posibilidad de accidentes.
Vecinos y comerciantes reclaman soluciones concretas. Algunos proponen la construcción de un estacionamiento subterráneo o de varios niveles cerca del centro, otros sugieren habilitar espacios periféricos con transporte interno gratuito o mediante bicicletas eléctricas públicas. Pero mientras las ideas quedan en el papel, el problema sigue creciendo.
Florida necesita una política de tránsito moderna, que combine infraestructura, educación y control. No se trata solo de poner más inspectores o pintar más líneas amarillas: se trata de generar conciencia colectiva, de entender que las calles son un espacio compartido donde todos —conductores, peatones y ciclistas— deben convivir con respeto y responsabilidad.
Hoy, el caos del estacionamiento y la falta de educación vial son un reflejo de una ciudad que crece, pero sin orden. Y si no se toman medidas, el tránsito en Florida seguirá siendo un espejo del desinterés ciudadano y la falta de planificación urbana que, poco a poco, compromete la calidad de vida de todos.

