¿Que por qué me gusta el tango? Cómo no habría de gustarme, si fue la voz de mi pueblo; a través de él expresó sus sentimientos, puso voz a su alegría; más aun, a sus penas, y cómo no iba a ser triste, si triste vivía mi pueblo.
Le debo tanto, que me es imposible olvidar que a través de él lloré al padre ausente, al sufrir de una madre y, por si fuera poco, el que puso entre mis brazos el primer amor de juventud.
Para colmo, hoy, al ocaso de mi vida, en la voz de Enrique Campos me llega “El sueño del pibe”. ¡Despertó en mí tantos recuerdos! Nuevamente estuve en la canchita que era calle, con la pelota de trapo, y aquel sueño, sueño de todos, de salir de pobres, de llegar a ser grandes, metido en un partido, definiendo el resultado, y llorar de alegría, viéndote alguien, y acabar con los pesares que te da la vida del que anhela llegar a más, a vivir con la frente alta, a no sentirte más pero tampoco ser menos.
Esos fueron mis anhelos, los hice realidad con los años, no con un gol en el minuto final, pero sí con los medios para decir: “Aquí están mis hijos, aquí están, ya vuelan solos, ya soy un ganador”. ¿Para qué más?
Pero continúo soñando, más ambicioso, como los grandes, ya no con el gol del minuto final, sueño con un cuadro, un enorme cuadro, con todos los míos, con los amigos de antaño y todos los suyos, un cuadro invencible, que le gane por goleada a la desidia, a la ambición desmedida, al que hiere y mata por soñar distinto a él. A esos quiero ganarles ahora que tengo cuadro.
Para asegurarme el triunfo, quiero jugar de locatario, nos iremos todos a la vieja canchita de aquella calle cortada, ahí esperaremos rivales, para después ser campeones de punta a punta, como de niños soñamos.