Mago que anda solo repartiendo juguetes para Navidad. Me dijeron que viene y, como
tiene un carro raro, sin ruedas nomás y tirado por unos cuantos ciervos, lo puede cargar
mejor que a los camellos. Dicen, mamá, que empieza la recorrida el día veinticuatro y
entra por las chimeneas. Yo, por una cosa sospecho que puede ser cierto, porque el
veinticinco, vos a mí y a mi prima nos diste plata, sin motivo, para comprar en el
boliche de Pichón dos gaseosas de limón. ¿Te acordás las horas que pasamos esperando
que se enfriaran en el balde que bajamos al pozo? Nunca había tomado algo tan rico,
mamá. Mejor que el agua de limón, porque te hace picar la lengua. Yo saco cuentas de
que nos diste esa plata porque, por culpa de no tener estufa, el rey solo no encontró por
donde entrar con los regalos.
Quedó perpleja mamá. Tal vez se sintió culpable, pero llevó el delantal a los ojos y
entró al cuarto.
Al transparente del portón subí a pensar en él. (Cuando tenía algún problema siempre
me refugiaba allí, era mi guarida, solo mía. Esperaba desde allí verla antes de bajar,
todo dependía de cómo estaba su cara, si apenas podía mirar bajo aquel pañuelo blanco
no estaba buena la cosa y me quedaba otro rato hasta el llamado a merendar).
—Otra pregunta, mamá —dije viendo que no había malestar en su rostro. —¿Los Reyes
Magos te cobran por los juguetes que me traen?
—¡No! ¿Quién te dijo ese disparate?
—No, mamá. Escuché el otro día a la madre de Tito que le decía “como pa Reyes
Magos estamos con lo que gana tu padre”. Por eso te pregunté, porque a mí me traen y
eso que no tengo padre.
¡Otra metida de pata! Mi madre corrió al cuarto lagrimeando y, por las dudas, yo corrí al
árbol.
Días más tarde, cuando el Tito y yo sacábamos balasto de una cantera y lo cargábamos
al flamante camión que los Reyes Magos me habían dejado, cuando le tocó a él
manejarlo, me miró y luego me dijo:
—¿Sabés, Antonio? Los Reyes Magos, tal vez, vinieron por mis zapatillas a dejarme un
camión y, por ansioso, no les di tiempo, me levanté muy temprano y como no quieren
que los vean, rajaron. Sé que estuvieron porque, pegado a las zapatillas, había caca de
camello.