Redacción ACI Prensa En medio del debate sobre la ética de la vacuna contra el COVID-19 que viene desarrollando la empresa de biotecnología Moderna, un microbiólogo católico señaló que, aunque la investigación relacionada con células de bebés abortados puede haber contribuido a la base de conocimientos que se utilizó en su desarrollo, su producción no utiliza células de ningún tipo, ni siquiera fetal. Moderna anunció recientemente que un ensayo de su vacuna demostró que tiene una efectividad del 94.5%. En el ensayo participaron 30 mil personas, la mitad de las cuales recibió dos dosis de la vacuna y la mitad recibió un placebo. El diácono Robert Lanciotti, microbiólogo y exjefe del laboratorio de diagnóstico y referencia del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en Fort Collins, Colorado (Estados Unidos), dijo a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– que la manera en que se está produciendo la vacuna Moderna es «éticamente indiscutible», en contraste con varias otras vacunas comunes, que se cultivan en células fetales abortadas. Las vacunas tradicionales utilizan virus muertos o alterados, y estos últimos deben cultivarse en líneas celulares, dijo Lanciotti. Algunas vacunas que se basan en virus alterados se producen, al cultivarlas, en líneas celulares fetales abortadas, lo que las vuelve moralmente ilícitas para los católicos, excepto por razones graves. Por el contrario, la producción de vacunas de ARN mensajero (ácido ribonucleico) no utiliza células en absoluto, aseguró. Durante sus 30 años como científico de los CDC, la especialidad de Lanciotti es producir ARN del mismo tipo que ha sido utilizado para producir la vacuna de Moderna. La vacuna de Moderna se basa en el ARN del coronavirus y utiliza una espícula viral o peplómero (glicoproteína en forma de espícula) de SARSCoV-2, en lugar de líneas celulares derivadas de fetos abortados. El ARN se inyecta en el receptor, lo que induce a sus células a producir la espícula viral. Esto desencadena la producción de anticuerpos y células T por parte del receptor. La vacuna de Moderna no está completamente libre de cualquier conexión con el aborto, ya que hay evidencia de que las vacunas tienen alguna conexión con el uso de células fetales abortadas en las primeras etapas del diseño de la vacuna. Sin embargo, Lanciotti dijo que existe una distinción entre «diseño» y «producción». Aunque puede parecer una diferencia sutil, dijo que en este caso tiene más sentido evaluar la ética de la producción de la vacuna en sí, en lugar de cualquier conocimiento y comprensión preexistentes que se incluyeron en su desarrollo. «La asociación con células fetales abortadas y estas vacunas de ARN es tan distante que no creo que se encuentre un teólogo moral católico que diga que hay un problema en absoluto», dijo Lanciotti. Una bibliografía completa de la vacuna de Moderna revela la línea celular HEK-293T mencionada en algunos de los trabajos que llevaron al desarrollo de la vacuna. La línea celular HEK-293 se deriva de un bebé que fue abortado en los Países Bajos en la década de 1970. Sin embargo, las células HEK293T en cuestión no son descendientes directos de estas células fetales abortadas, sino que son variantes genéticamente distintas. Los científicos utilizaron la línea celular HEK-293T para probar la espícula viral que luego se utilizó en la vacuna de Moderna. Los científicos de esta empresa biotecnológica se encontraban entre los investigadores que colaboraron en el proyecto, aunque no está claro hasta qué punto Moderna estuvo involucrada en esa parte específica de la investigación. Laciotti enfatizó que las células HEK-293T en cuestión no se utilizaron para evaluar la vacuna en sí, ya que la vacuna aún no se había diseñado, sino que pasó al conocimiento de fondo que permitió el diseño de la vacuna. También explicó que la espícula viral en sí no está contaminada con células fetales, ya que la glicoproteína producida por la vacuna proviene directamente del ARN sintético inyectado y es «100% nueva línea y pura». Lanciotti también señaló que existe una base de conocimientos que se generó hace años, probablemente hace décadas, sobre la biología básica de los coronavirus, que Moderna, una empresa de diez años, probablemente no creó por sí misma. En un memorando interno fechado el 23 de noviembre, Mons. Kevin Rhoades, quien preside el Comité de Doctrina de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), y el Arzobispo Joseph Naumann, presidente del Comité de Actividades Provida, escribieron a a los obispos estadounidense que los dos candidatos de vacunas ARN parecen ser éticamente sólidas. «Ni la vacuna Pfizer ni la Moderna involucraron el uso de líneas celulares que se originaron en tejido fetal extraído del cuerpo de un bebé abortado en ningún nivel de diseño, desarrollo o producción», escribieron los obispos. «Sin embargo, no están completamente libres de ninguna conexión con el aborto, ya que tanto Pfizer como Moderna utilizaron una línea celular contaminada para una de las pruebas de laboratorio confirmatorias de sus productos», escribieron los obispos, refiriéndose a la línea celular HEK-293T. «Existe, pues, una conexión [con el tejido fetal], pero es relativamente remota», concluyeron los obispos. El Vaticano indicó que los investigadores tienen el deber de evitar el uso de líneas celulares derivadas de niños abortados en la producción de vacunas, y tienen la obligación de «denunciar y rechazar públicamente el acto inmoral original [del aborto]». La Iglesia ha permitido el uso de vacunas producidas en células fetales si no existe alternativa, al tiempo que enfatiza la importancia de protestar por la producción de la vacuna y alentar «esfuerzos vigorosos para promover la creación de alternativas». La Academia Pontificia para la Vida, en un comunicado del 22 de noviembre publicado en Twitter, dijo que, basándose en su propia guía de 2005 y 2017 sobre el origen de las vacunas, no ha encontrado «nada moralmente prohibitivo con las vacunas desarrolladas» por Moderna o Pfizer. El Instituto Charlotte Lozier, brazo de investigación del grupo provida Susan B. Anthony, ha incluido la vacuna Moderna entre los «programas de vacuna COVID-19 éticamente no controvertidos». Sin embargo, la Dra. Stacy Transankos, una química con doctorado, argumentó en un artículo de opinión del National Catholic Register del 20 de noviembre que, incluir una vacuna que tiene una conexión remota con el tejido abortado como «éticamente indiscutible» podría socavar la lucha católica por las medicinas éticas.