Después de un tiempo de silencio, necesario, volvemos a la trinchera, porque como se llamaba la murga,
“ Nos obligan a salir”
En este relato, cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia.
“El ferchu” era un botija de mi barrio, que vino a mi memoria.
Hijo del gallego Peré, hombre muy mal humorado y amargado, nunca se lo vio sonreír ni expresar una palabra amable, lo recuerdo claramente, con su frente amplia, por la ausencia de cerquillo, tupido bigote y una multiplicidad tonal, en los escasos pelos canos, en forma de corona de laurel romana.
Su esposa, que no le iba en zaga, en el tema de la simpatía, decían las chusmas del barrio, que llevaba por nombre de pila “Nefastina”, pero todos la conocíamos por su sobrenombre, doña Tina .
Ferchu, desde pequeño, se mostró como un ser muy peculiar, que había heredado lo peor de ambos padres, digno broto, de tales ramas.
Negativo como pocos, cuándo lo invitaron a formar parte de un equipo de baby fútbol, no quiso ir, porque auguraba, amargamente, que íba a perder, con baile incluido, alegando que éran muy malos jugadores y que el club era muy desorganizado,-como si supiera algo de administración, pero lo cierto es, que el cuadro no sólo ganó, ese partido, sino que salió campeón.
Se resistió a ir a la escuela, porque afirmaba, con total recelo, que los compañeritos de clase lo iban a molestar porque era pobre y que la maestra no era buena.
Así y todo fue, a regañadientes y completó el ciclo escolar, pero no estaba de acuerdo con la calificación y el juicio final de la maestra.
Ya en el liceo, ni estudiar quería, -¿para que? decía- si igual me van a bochar. Todo un agorero de la desgracia.
Pero, a pesar de él, también, logró concluir el ciclo básico.
Nunca creyó que iba a conseguir un buen trabajo porque los demás, no reconocían sus virtudes.
Consiguió un empleo de ascensorista, pero sólo disfrutaba de su actividad cuando se dirigía al subsuelo.
Un día, se anotó en un concurso, pero llegado el momento de la prueba, no se presentó,- no voy a ganar, esta todo arreglado, decía, sintiéndose siempre perseguido.
-Esos concursos son para gente de barrios privados, alegaba con alto grado de envidia y generando brecha
Y a pesar de su duro vaticinio, por suerte para él, lo metieron a dedo, el clásico acomodado.
Y ahí si, empezó a crecer, a subir, pero igual no podía con su pesimismo.
Si le decían -¡buen día!, el contestaba, – Si, pero en cualquier momento llueve.
-Que lindo para estar en la playa, -le dijeron, y él respondió -¡Nooo!, se acerca un frente frio y remataba con un, -no se desabrigue.
Cuando lo invitaron por primera vez a una reunión gremial, descolló, con una sarta de reclamos al gobierno, infundados y delirantes que hizo lo transformaran rápidamente en dirigente.
Cumplía con todos los requisitos necesarios para la función, era pesimista, agorero, derrotista, amargado y generador de brechas.
No se que fue de su vida , pero hoy escuché al presidente del FA y me acordé de él.