Escritores Floridenses: «De una escuela, una escritora y una niña recitadora» – Ruben Flores

De mi baúl.
En Florida, mi ciudad, por el año 1956 se respiraba un aire pueblerino donde casi todos conocían a casi todos, donde muchas personas llamaban todavía Calle Real a la principal calle, Independencia, pavimentada con adoquines.
Y las dos calles más transitadas que atravesaban Independencia eran Rivera y José Enrique Rodó.
Y allí, por Gallinal esquina Rivera, había una escuela, mi escuela, la Escuela Artigas.
Sí, la Escuela Artigas de viejo aspecto con plátanos en la vereda frente a la entrada, que una vez al año podaba la Intendencia Municipal.
Y había en mi escuela dos patios, un patio de piso ajedrezado, toldado con una lona con más agujeros que un colador, y también un patio de tierra para la hora del recreo, donde los niños varones jugábamos a los cowboys y varias niñas hacían rondas y cantaban, sin saberlo todavía, honrando a García Lorca, “la tarara sí, la tarara no, la tarara niña de mi corazón”.
En uno de los costados de ese patio había un muro de ladrillos del cual sobresalían retamas de la propiedad lindera. ¡Cuántas veces trepé ese muro para robarme algunas ramitas que guardaba bajo mi túnica para llevármelas a mi casa! ¡Bendita primavera con tu regalo de multicolores rosas y retamas y mil otras flores!
Siempre pensé que a mi escuela la entibiaban dos soles, el que nos alumbra cada día y el que estaba detrás de ese muro. Creo que allí nació mi costumbre de robar flores.
Comenzaba el mes de julio y las maestras nos hablaban de la proximidad del primer centenario de nuestro departamento y los alumnos buscábamos material alusivo a la fecha.
Y la señora Coca, la maestra de Canto, nos hacía cantar un flamante himno-marcha con tal motivo y nos aclaraba que ese himno a Florida era de autoría de una escritora floridense llamada Antonia Artucio.
¿Cómo olvidar el entusiasmo al entonar
“las aves en sus alas,
alegría, alegría, alegría,
constantemente reclaman
que en este pedacito
de tierra americana
se cumple un centenario
de vida y esperanza.
Florida, Florida, Florida
tus hijos alegres te cantan”…?
Pasada la festividad continuamos cantando ese himno.
En mi mente infantil asociaba la esquina de Rodó y 25 de Mayo, luego Batlle y Ordóñez, con compañeras de clases, Cristina Olariaga, Cristina Liendo y la otra Cristina, la niña que recitaba en los actos escolares a quien más de una vez pude ver en la casa al lado de Cristina Olariaga. Después supe que no vivía allí, que eran parientes, pues ella vivía cerca de la Plaza Guglielmetti.
Y en aquel día soleado la niña recitadora con su túnica almidonada comenzó su actuación y, mientras oteaba el horizonte con su mano izquierda, lo dibujaba con su mano derecha diciendo:
“venía no se sabía de dónde
usaba vincha como el benteveo
y penacho como el cardenal”.
¡Imposible olvidar!

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