Matilde estuvo casada con Felipe casi treinta años hasta que este falleció. Si bien el matrimonio comenzó de buena manera, con el paso del tiempo la relación se fue deteriorando manifestada en el maltrato que ella recibía aderezado por la afición al alcohol de su marido.
Ella soportó estoicamente ese largo y penoso período. Sus escasos ingresos, sumados al cuidado que debía dar a sus hijas y al “qué dirán” de las chismosas del pueblo en el caso que ella hubiera optado por divorciarse, fueron argumentos suficientes para tolerar (en silencio) el calvario que padeció todos esos años.
Pero todo cambió ni bien falleció Felipe. A partir de entonces, Matilde se permitió pensar en sí misma. Sus hijas ya eran independientes, lo que significaba estar libre de ataduras como para hacer lo que quisiera con su vida. Ahora se sentía con el derecho de no posponer más sus deseos de paz y amor. Ella sentía la necesidad de amar y de sentirse amada.
Fue así que comenzó a concurrir a los bailes del pueblo en la búsqueda de un nuevo amor. En principio, sus exigencias en materia de selección de candidato no eran las mejores, por lo que tuvo algunas experiencias decepcionantes. Las nuevas relaciones resultaban ser tan fogosas como fugaces, lo que no era un buen aliciente para avanzar.
Ella aspiraba mantener una relación afectiva completa y permanente, no meramente casual.
Consciente de esa situación optó por cambiar de estrategia comenzando a navegar en las redes sociales en procura de llegar a buen puerto. No contaba con el apoyo de sus hijas, mas no cejaba en su empeño. Se decía a sí misma: “¡pronto encontraré un amor verdadero!”. Su pronóstico no falló. A los pocos meses de iniciar la búsqueda, conoció a Nelson, una buena persona que vivía en una localidad algo lejana a su pueblo. Esta linda relación tomó un ritmo acelerado y no resultó extraño que antes de transcurrido un año Nelson le pidiera casamiento e irse a vivir con él. Ella no dudó un instante en responder con un estruendoso “¡Sí!”.
Cuando dio la noticia a sus hijas, estas manifestaron su oposición. Se alternaban enrostrándole: “¡es una locura!”, “¿cómo es que te vas a ir tan lejos de nosotras y de tus nietos?”, “en el pueblo van a decir que te vas tras el dinero de ese fulano”. Matilde no atendió razones permaneciendo firme en su decisión. Solo aceptó el pedido de sus hijas de casarse en el pueblo para luego partir hacia el nuevo hogar. Para su beneplácito, la vida de pareja resultó mucho más grata de lo que ella esperaba. En nada se asemejaba a la experiencia mantenida con Felipe. Ella se sentía feliz… Era un matrimonio feliz.
Empero, cinco años después Nelson falleció a causa de un fulminante paro cardíaco. Otra vez Matilde quedaba viuda, se sentía sola, algo deprimida y sin saber qué camino seguir a partir de entonces.
La opción obvia y más fácil era regresar a su pueblo, convivir con sus hijas y nietos y permanecer viuda recordando los buenos momentos vividos junto a Nelson. Pero ella era insaciable en las cuestiones del amor. No concebía vivir sin tener a su lado a un hombre a quien amar. Así que, si bien aceptó regresar a su pueblo, nuevamente comenzó a navegar por internet en la esperanza de poder conocer a un nuevo amor. Su nuevo amor.
Escritores Floridenses: José Luis Llugain – «Matilde»
