Después de tantos años de estudios, al fin Horacio culminó su carrera de arquitecto.
Después de tantas rifas, el dinero ya estaba para su viaje de egresados.
Teresa, su madre, le pidió que lo dejara para más adelante, pero Horacio le contestó que no:
-Todos vamos, mamá. No te preocupes. Somos muchos y nos cuidamos entre todos.
Y llegó el día. Corridas, despedidas y verificar que llevara todo lo necesario: pasaporte, pasajes, celular, cámara…
La madre estaba muy triste porque su único hijo viajaba a países lejanos y desconocidos y por mucho tiempo: Europa, Asia, Estados Unidos…. Muchas recomendaciones, muchos besos y abrazos y una lágrima en la mejilla de Teresa.
-Cuidate, mamá.
-Voy a estar bien; todavía soy joven. Nos veremos a tu regreso. Adiós. Llamame y mandame fotos.
-Sí, mamá. De cada lugar te mandaré fotos y videos.
El avión alzó vuelo y pronto se dejó de ver. Teresa se fue del aeropuerto. Con un dolor en el pecho regresó a su casa y ese primer día se le pasó ocupada con sus plantas y quehaceres domésticos. Pero al llegar la noche echaba mucho de menos a Horacio ¿Habría llegado?
Al otro día él la llamó muy contento: habían llegado muy bien. Estaban en Madrid, descansando en el hotel desde donde le mandó fotos. Estaba ansioso por salir a conocer la ciudad y recorrer los museos.
Allí pasaron varios días. Y de allí se fueron a Italia. Cuando se instalaron en el hotel de Roma, nuevamente le mandó fotos a su madre, antes de que fueran a cenar muy cerca de donde se hospedaban.
Horacio se sintió algo mal y muy cansado y se quedó descansando.
Cuando regresaron no lo encontraron. Preguntaron al conserje dónde estaba y él les dijo que se sintió mal y le llamaron al médico; lo llevaron en ambulancia a internar porque no podía respirar y tenía fiebre.
Fueron dos del grupo hasta el hospital para hablar con los médicos. Aún no había un diagnóstico:
-¿Qué hacemos? ¿Le avisamos a su madre?
-No, no, Todavía no sabemos si es gripe o tiene algo en los pulmones.
Ahora todos estaban muy preocupados y no podían seguir su viaje con el amigo internado. Se quedaron en el hotel desde donde iban todos los días a verlo.
No querían preocupar a su madre, pero el teléfono de Horacio sonaba todo el día.
En Uruguay, la madre rogaba a Dios que le dejara regresar a su hijo para abrazarlo y besarlo.
Pasaron los días y los médicos les comunicaron que, como ellos sospechaban, estaba contagiado de una nueva enfermedad de la que poco se sabía, que se estaba convirtiendo en una pandemia en todo el mundo.
Lo trasladaron a CTI y les pidieron que avisaran a su familia.
Cuando uno de ellos llamó a Teresa y le dijo sobre su hijo, ella estaba sola y se sentó a escuchar con atención hasta que se soltó a llorar y ya no pudo continuar hablando.
Y se repetía “¿Quién tomará la mano de Horacio para darle fuerza en estos momentos? ¿Quién lo cuidará?”
Así fueron pasando los días, Horacio luchando por vivir y Teresa deseando morir.