Ubicado al correr de la vía como queriendo irse con el tren. Parecido a otras poblaciones del país. Su plaza se destaca por su aspecto acogedor: muchos árboles frondosos, bancos, canteros con flores y el tradicional monumento. Las casas se distribuyen en unas pocas calles y no difieren mucho unas de otras. Algunos edificios oficiales, como la Comisaría y el Correo, se distinguen por sus chapas y el emblema patrio.
Sus habitantes son, en gran parte, jubilados del ferrocarril. Gente joven, una minoría al igual que los niños. La escuela local da vida al lugar.
La vida transcurre allí sin mayores sobresaltos. Las estaciones del año se empujan unas a otras, cansadas de siempre lo mismo: la siesta obligada, el paseo a la plaza, misa los domingos, algún baile en el club. Pocos negocios, pero buenos porque son de ramos generales. Una policlínica cuida de todos con un médico rural.
Se acercaban las elecciones nacionales y algunas casas cambiaban. Comenzaban los intercambios de opiniones. Sonaban los nombres de candidatos en altoparlantes paseados en bicicleta, se abrían pequeños locales políticos de los distintos partidos, se discutía mucho en el club y se escuchaban más la radio y la televisión.
Don Gregorio estaba entusiasmado y colocó un cartel con la foto y el nombre de su candidato en la columna de la luz que está en su calle.
Eso fue lo que disparó el conflicto: su vecino de puerta, un señor mayor, jubilado de AFE y de carácter fuerte ¡cómo se enojó! Persona de bien que era, encaró a su vecino reprochándole la colocación del cartel justo frente a su puerta.
Luego de varias discusiones sobre el tema y de consultas a sus correspondientes correligionarios (porque eran de partidos políticos contrarios), resolvieron optar por una solución salomónica. Con una escalera larga bajaron el cartel y con sorpresa de todos los vecinos, lo volvieron a pintar.
Lo singular y lo que revolucionó el ambiente fue cómo pintaron ese cartel cuya base era un rectángulo de proporciones importantes. Lo dividieron con una raya negra vertical de modo que quedó dividido en dos partes. Trabajaron juntos con distintos colores.
El cartel compartido fue el tema obligado por muchos días y el paseo obligado fue pasar por la cuadra para dar su opinión y hasta sacar fotos del cartel.
La novelería por algo que nunca había pasado daba para exaltar la amistad de años por sobre la contienda política. Algunos, más fanáticos, fueron detractores del cartel y hasta llegaron a decir que era una traición.
Un cartel mixto era inadmisible para algunos y, para otros, un ejemplo de convivencia ciudadana.
No les contaré qué partido ganó, pero sí que el cartel sacudió al pueblo como un suceso inédito y singular.