“Cachito” era un pibe que tuvo una vida muy difícil.
Su madre, alcohólica y viciosa, lo abandonó y además el juez le quitó la tenencia y guarda así que fue criado por su padre y su abuela.
Ya adolescente, esta última falleció y quedó con su padre y su nueva esposa.
A pesar de esas dificultades, que evidentemente tienen un efecto desvastador en la psiquis de cualquier ser humano y más en un niño, salió adelante.
Hizo escuela, liceo, educación terciaria y hoy ostenta un título de Licenciado, sí, Licenciado, pero de verdad, no como alguno que mintió y tuvo cargos importantes y renunció por un short rosado y un colchón.
Su orgulloso padre, publicó en redes y emitía a viva voz su orgullo por los logros de su hijo.
Como para no estarlo.
Otro caso.
“La Yessi”, una muchacha que también sufrió muchas carencias afectivas y económicas, nunca faltó al liceo y logró con mucho esfuerzo ser todos los años una de las mejores alumnas de la clase.
Hoy estudia economía y se está por recibir de contadora
Su madre, una señora que se dedica a labores domésticas, orgullosa, al límite de usar babero y con mucha razón, publica en las redes, su orgullo y amor por los esfuerzos de su hija.
Paso a otro caso.
Raulito fue el abanderado de la escuela, de padre iletrado, apenas firmaba, era un albañil finalista, trabajo en el que se precisa mucha habilidad y sutileza para las terminaciones, su mamá costurera de barrio, hizo miles de vestidos para las vecinas, hasta de fiesta, los de quince años, con muy pocas herramientas, una máquina de coser Singer, agujas, hilo, sus manos, tesón y su habilidad natural, pues no había estudiado formalmente.
No sabían usar Facebook, pero no voy a olvidar aquellas lágrimas que brotaban de sus rostros, cuando Raulito recibió la bandera de Artigas o cuando, más adelante, se recibió de Profesor de Inglés.
Hasta aquí tres casos.
Solo tres breves ejemplos, de miles que tengo de mi vida en las aulas.
Tres ejemplos de hijos, orgullo y ejemplo de padres trabajadores, con necesidades básicas, de esos que no tienen horas sindicales que los amparen, porque, o concurren a trabajar o pasan hambre y necesidades.
Después está el caso Valeria Ripoll..
Cada cuál está orgulloso de lo que puede o tiene ¿no?.
Me parece que se perdió una formidable ocasión de llamarse a silencio, lo arreglaba hablándole en casa, mano a mano, y dándole un abrazo.
Pero debe necesitar prensa.
El Teco
