Pasta base: el enemigo silencioso que atrapa a los jóvenes floridenses

El consumo de pasta base se ha convertido en una de las mayores preocupaciones sociales del departamento. Su bajo costo, su rápida adicción y las consecuencias devastadoras que deja a nivel físico, mental y familiar, ponen en alerta a autoridades, educadores y vecinos.

La pasta base, también conocida como “paco” o “basuco”, es el residuo de la elaboración de la cocaína. Un subproducto que mezcla solventes, ácido sulfúrico, queroseno y restos de hojas de coca. Es, literalmente, veneno. Su efecto es rápido e intenso, pero dura pocos minutos, y genera una necesidad desesperada de repetir la dosis. Esa urgencia es el inicio de un círculo del que pocos logran salir sin ayuda.
En Florida, este flagelo avanza silenciosamente, afectando sobre todo a jóvenes y adolescentes. Desde hace varios años, las autoridades sanitarias y policiales vienen advirtiendo un crecimiento sostenido en el consumo-
“Cada vez vemos más jóvenes que llegan destruidos”
“Cada vez vemos más jóvenes que llegan destruidos, con cuadros de ansiedad, alucinaciones y una pérdida total de vínculo con la realidad”, comentó a CAMBIOS una psicóloga del área de Salud Mental de ASSE: “La pasta base deteriora el cerebro de forma brutal, y lo hace en poco tiempo. En cuestión de semanas, los jóvenes pierden peso, duermen mal, y comienzan a desconfiar de todos. Es una droga que no da tregua”.
Según la profesional, la edad de inicio preocupa especialmente: “Tenemos casos de consumo a los 13 o 14 años. A esa edad, cualquier sustancia altera el desarrollo emocional, pero la pasta base directamente lo interrumpe. Los gurises quedan atrapados entre la necesidad de consumir y la imposibilidad de volver atrás”.
Una adicción que empuja al delito
Desde la Policía se nos explicó que buena parte de los delitos contra la propiedad están vinculados con esta sustancia. “Cuando un joven cae en la pasta base, su vida se centra en conseguir la próxima dosis. Eso lleva a pequeños robos, rapiñas o incluso violencia doméstica. Lo que empieza como una experiencia ‘para probar’ termina siendo un infierno personal y social”.
Los focos de venta suelen moverse con rapidez. “Los puntos de distribución cambian de lugar constantemente, lo que dificulta el control. Estamos trabajando con fiscalía y con la Brigada Departamental Antidrogas, pero la realidad es que la oferta crece a la par del consumo”.
El drama familiar y el silencio social
Detrás de cada joven adicto hay una familia que se desmorona. “María”, madre de un chico de 18 años internado en Montevideo por consumo problemático, relató a CAMBIOS: “Mi hijo era buen estudiante, jugaba al fútbol, tenía sueños. Un día empezó con un grupo que fumaba en la esquina y cuando quise acordar ya no lo reconocía. Vendió cosas de la casa, desaparecía por días. Lloré noches enteras. La pasta base te roba a tu hijo y te deja con la culpa y el miedo”.
Historias como la de María se repiten cada vez más en Florida. Muchas familias no denuncian ni piden ayuda por vergüenza o desconocimiento. En ese sentido, desde el MIDES se impulsa un programa de acompañamiento familiar y orientación para casos de adicciones, pero reconocen que la demanda supera la capacidad actual.
“El problema es social, no solo de salud”
Otro sociólogo consultado explicó que el consumo de pasta base no puede analizarse solo desde la perspectiva médica o policial. “Es un fenómeno que nace del vacío. Jóvenes sin oportunidades, sin espacios de contención, sin empleo estable ni esperanza. La droga se vuelve una escapatoria. Y cuando la sociedad mira para otro lado, el problema crece debajo de la alfombra”.
Una luz de esperanza
En el Centro de Rehabilitación local, un joven floridense de 22 años que pidió mantener el anonimato contó su historia de recuperación. “Caí a los 15. Perdí todo: mis amigos, mi familia, mi salud. La pasta me llevó a lugares que nunca imaginé. Hoy estoy limpio hace un año. Me salvó que alguien creyó en mí”.
Casos como el suyo demuestran que la salida es posible, aunque no sencilla. Requiere un entorno de apoyo, tratamiento constante y una oportunidad real de reinsertarse.
En Florida, la lucha contra la pasta base sigue siendo una tarea de todos. Médicos, policías, docentes, vecinos y familias enfrentan un enemigo invisible que se alimenta del silencio. La prevención, la educación y el acompañamiento temprano son las herramientas más poderosas para cortar el ciclo.
Porque detrás de cada joven que cae, hay una comunidad que también tiene la responsabilidad —y la esperanza— de tenderle una mano antes de que sea demasiado tarde.
Redacción CAMBIOS

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