diciembre 22, 2020
“El 20 de mayo, tropas del Batallón de Ingenieros No. 4 de Laguna del Sauce, allanaron el campo donde estaba ubicado el “Caraguatá”, un refugio clandestino emblemático, donde se había hasta un polígono de tiro. Un mes más tarde las Fuerzas Armadas hicieron público el asesinato de Pascasio Báez, un peón de la zona de Pan de Azúcar, que había descubierto la entrada a la tatucera. Crímen de lesa humanidad cometido por los tupamaros”.
Jorge Zabalza. “La experiencia tupamara”, 2015, pag 141.
En una entrevista concedida en 1999 a “El Espectador”, el tupamaro Jorge Zabaza, alias “El tambero”, lo reconoció públicamente como un “error”, y ya en un libro de su autoría publicado en 2015 lo describió directamente como “un delito de lesa humanidad”.
“Desde 1985 hemos dicho que la tragedia de Pascasio Báez, fue un delito de guerra, un grave error”, aseveró Zabalza en la radio el 28 de noviembre de 1999.
Sostuvo que ese acto había sido “un delito de guerra contra un ciudadano totalmente ajeno a la confrontación que se desarrollaba en el Uruguay”.
El punto era que lo reconociera para comenzar a exorcizar los demonios del horroroso delito, pero no hubo más voces de antiguos compañeros que lo secundaran.
Se refería al asesinato de Pascasio Ramón Báez Mena, un humilde peón rural que estaba buscando a un animal que se había perdido en la estancia “Spartacus”, y encontró la boca abierta de una “tatucera”, como los tupas llamaban a los escondites cavados en tierra para poder desarrollar una guerrilla rural.
Eran años donde reinaba la democracia.
La estancia “Spartacus” había sido adquirida tiempo atrás por la organización terrorista MLN-Tupamaros, con los dineros obtenidos en atracos y secuestros, y figuraba a nombre de uno de los militantes encuadrados en su estructura.
Ese lugar era muy importante para la “orga” ocultaba gran cantidad de armas, en sendas “tatuceras· en “la Caraguatá”, descubierta casualmente por Pascasio Báez.
Ese era un sitio muy importante para la estrategia guerrillera rural, inspirada en varios teóricos revolucionarios de ideología comunista.
El cadáver descompuesto del peón rural fue descubierto el 20 de junio de 1972, en el kilómetro de 113, de la ruta 9, pero había sido asesinado casi medio año antes con una dosis tóxica de 4 g de pentotal.
Pascasio Ramón Báez Mena tenía 45 años cuando fue asesinado, y su desaparición dejó esposa e hijos.
En octubre de 1971, Báez salió a buscar el animal perdido, y en vez de hallarlo, encontró abierta la boca del escondite, a raíz de lo cual lo secuestraron para resolver que hacer.
El tema fue consultado al nivel más alto de la organización por el tupa que fungía como dueño de la “Spartacus”, quien viajó a Montevideo a entrevistarse con la Dirección Nacional del MLN-Tupamaros, y regresó a la estancia acompañado por “Octavio”, que era el “nombre de guerra” de Henry Engler.
Este se reunió a la “cúpula” tupamara, y después de debatir, se resolvió matar al peón secuestrado dos días después.
Entonces un grupo se dedicó a elegir el lugar del entierro clandestino y a cavar la tumba, mientras que los más dirigentes importantes eligieron quien sería el que lo ejecutaría, le aportaron la jeringa y el pentotal que provocó la muerte, y le explicaron que ellos actuarían como testigo del hecho.
El día del asesinato bajaron a la “tatucera” donde tenían secuestrado a Pascasio Baez, los responsables políticos para resolver el caso, Henry Engler y Manera Lluveras, y el que sería el verdugo del peón, Ismael Bassini.
Le dijeron a Pascasio que lo iban a liberar, pero que debían “sedarlo” para que no reconociera el lugar.
Bassini lo inyectó, Engler y Manera certificaron que la orden se cumpliera y Pascasio dejara de ser un problema.
La droga lo mató en poco rato.
Trasladaron el cadáver desnudo, para que no se lo reconociera si era descubierto, a lugar de la tumba clandestina donde todos se reunieron a enterrarlo de apuro.
Al final, el que fungía como dueño del lugar y Amílcar Manera Lluveras esparcieron la tierra que sobró del enterramiento, para que no quedara ningún montículo sospechoso.
Luego de mantenerlo cautivo durante casi dos meses, sus captores lo ejecutaron con una sobredosis de pentotal.
Estos hechos sucedieron el 21 de diciembre de 1971, en plena democracia.
Eso que al princpio fue descirto como un “error”, hoy Zabalza no tiene empacho en definirlo como un “delito de lesa humanidad”, a la misma estatura que se juzgan los asesinatos espeluznantes del Adolfo Hitler o los crímenes abominables de Josef Stalin.
Y cada vez que puede, lo repite de manera más fuerte y más cruda.
Los tupas se adueñaron de la estancia Espartacus pagando UNA (1) cuota del precio con la plata q robaron del Casino. Estafaron al dueño y la “justicia” nunca compensó al dueño del campo y su familia a percibir el dinero q les corresponde. En cambio, a los tupas les dio compensación y lucro cesante por la actividad que el campo no les produjo.
La balanza no está equilibrada!!