Esta es una historia muy vieja, el abuelo de mi abuelo se la contó a mi abuelo y mi abuelo me la contó a mí, en un día así como este, hace muchos, muchos años, cuando yo era un niño así como vos.
Vos sabés que, en un país muy lejano, había un niño al que le gustaban mucho los pájaros, y los pintaba en un cuaderno, y tenía muchos.
Se llamaba Leonardo.
Cerca de la ciudad donde vivía, había una laguna, y en sus orillas varios juncales muy grandes. No era una laguna muy honda, así que los padres de Leonardo le permitían que fuera solamente para cortar juncos que usaba para hacer cosas en su casa y para ver y escuchar el canto de los pájaros del monte que había muy cerca.
Entonces, uno de esos días en que Leonardo fue a cortar juncos, ocurrió algo.
Ya tenía bastantes juncos como para hacer un atado chiquito, estaba a punto de salir para irse cuando escuchó que algo había caído al agua.
Cuando miró con más atención, pudo ver que eso que había caído al agua muy cerquita de él, se movía, y lo agarró con mucho cuidado.
Era un pajarito, implume todavía, que había caído de un pequeño nido entre los juncos.
Leonardo lo agarró con mucho, mucho cuidado.
Después, dejó el montón de juncos que había cortado en la orilla de laguna, agarró su pañuelo, secó aquel pajarito y lo llevó a su casa.
Era muy chiquito, así que había que prodigarle muchos cuidados, pero él quería mucho a los pájaros y haría todo lo posible para que viviera.
Fue muy trabajoso, pero, muy de a poquito, aquel pajarito fue creciendo.
Pero, te cuento que algo raro comenzó a ocurrir; las plumitas del pajarito parecían no tener color o, mejor dicho, parecían del color del agua sucia de la laguna. Y así fue creciendo.
Nadie podía decir con certeza que pájaro era ese.
Cuando se hizo más grande, Leonardo le dejaba en libertad, pero el pájaro se quedaba siempre alrededor de él, y llegó un momento en que se posaba en uno de sus hombros o revoloteaba a su alrededor.
Pese a que no era un pájaro bello, Leonardo lo quería mucho y eran ya como dos amigos, aunque a veces otros niños se reían de aquel pájaro feo, y eso no le gustaba.
Había llegado la primavera, y muchísimas flores hacían gala de sus colores y perfumes, y miríadas de pájaros surcaban el cielo, orgullosos de sus cantos y colores.
Un día a media tarde y con calor, el cielo empezó a poblarse de nubes. Y llovía por un rato y después paraba y, a lo lejos, el sol se colaba entre las nubes.
Entonces, allá, cerca del horizonte, un gran arco iris se formó. Y Leonardo y su amigo estaban en el patio mirando tanta belleza cuando, repentinamente, el pajarito voló del hombro del niño. Leonardo lo siguió con su mirada y lo vio volar alto, muy alto, y pudo ver cómo su amigo volaba dentro del arco iris muchas, muchas veces.
Pensó por un momento que no vería más al incoloro amigo. Pero no fue así, porque miró cómo desde el arcoíris, un pajarito venía directamente a posarse en su hombro.
Era el primer sietecolores.
Ruben Flores: El siete color
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