Un banquete para el alma – por Mons. João Clá Dias, EP

La Eucaristía es un sagrado banquete –“el sacrum convivium”, [1] dice la bella antífona compuesta por Santo Tomás para el Oficio Divino de esta Solemnidad-, en el cual tenemos especial convivio con Nuestro Señor Jesucristo; un banquete divino porque es ofrecido por Dios, realizado con Dios, a propósito de Dios. Incomparablemente más que un champagne de excelente calidad, más que un caviar ruso, más que cualquier manjar que se pueda imaginar, en la mesa de la Eucaristía es ofrecido el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Salvador. Es el propio Dios dándose a nosotros como alimento de valor infinito, cuyo efecto los cortos límites de nuestra inteligencia no comprenden. Es el mysterium fidei.

Si Santo Tomás [2] afirma que la más mínima participación en la vida de la gracia supera a todo el universo creado, ¿qué pasa con el valor del mismo Creador de la gracia? La Eucaristía es, pues, el más importante de todos los Sacramentos en sustancia, ya que consiste en Dios mismo y Autor de la gracia, mientras que los demás sólo transmiten la gracia, la participación creada en la vida divina increada. [3] Por eso, enseña también el Doctor Angélico, [4] que todos los demás Sacramentos existen en función de la Eucaristía, aunque ésta no es la puerta de los demás, como lo es el Bautismo. ¡Todas las riquezas de la Tierra son como polvo en comparación con el Santísimo Sacramento, manifestación del extraordinario amor de Dios para con nosotros!

Acción de gracias junto a María Santísima

El profesor Plinio Corrêa de Oliveira compuso una bella oración dirigida a Nuestra Señora, en la cual interpreta la súplica de un fiel que gustaría de recibir la Eucaristía con disposiciones semejantes a las de Ella: “Mi Madre, cuando Jesús estaba en vuestro claustro, encontrasteis incontables cosas para decirle; ved, no obstante, ¡qué miserias yo digo en el momento que lo recibo en la Sagrada Eucaristía! Por esto os pido: hablad por mí, mi Madre, y decidle todo aquello que yo no soy capaz de decir. Adoradlo como yo querría adorarlo; dadle la acción de gracias que yo querría darle; presentadle actos de reparación por mis pecados y por los del mundo entero, con un calor de reparación que, desgraciadamente, yo no tengo”. [5]

Seamos, a ejemplo de Nuestra Señora, muy cuidadosos en nuestra acción de gracias: compenetrados de cuánto tenemos para agradecer a Jesús, para alabarlo y adorarlo, sin olvidarnos de pedir perdón por nuestras faltas. Que esta Solemnidad de Corpus Christi sea una ocasión ideal para llenar de fervor nuestro corazón con un amor más intenso por la Sagrada Eucaristía, pues es en este alimento celestial que encontraremos las fuerzas para enfrentar las dificultades de la vida, hasta que alcancemos la eternidad feliz. ◊

[1] SANTO TOMÁS DE AQUINO. Officium Corporis Christi “Sacerdos”. Vesp. II, antiph. ad Magnificat.

[2] Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. I-II, q.113, a.9, ad 2.

[3] 15 Cf. Idem, III, q.65, a.3.

[4] Cf. Idem, ibidem.

[5] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia, São Paulo, 24/03/1984.

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