Antonio Lissio: Siembre flores

Radiante, feliz está mi media naranja, el jardín y las flores de nuestra casa, por tradición eran su tarea.
Nunca falta un real pa’ yerba, asegura el dicho, y se me apareció donde menos lo esperaba, uno de esos diarios programas de T.V., que son la cuota de amargura: los informativos.
“Siembre flores” me dijo. Primero imaginé que fuera dedicado exclusivamente, por referirse a hombre y mujer, de una liberación sin límites, a la siembra de amapolas, flor que puede tras su elaboración, volverse alcaloide.
No era así, Me quería cargar a mí tareas que eternamente fueron del sexo débil, cultivar plantas que den flores. ¡Sinvergüenza! Se habrá pensado que también un octogenario, pueda transformarse en viejo diverso, como los que marchan tras una bandera, que más que bandera es un arcoíris. No, me resisto, y con los años que tengo por delante, dudo que cambie mi modo de ver la sociedad.
“Siembra flores” repitió. “Es necesario salvar los insectos del universo”.
Le faltó decir: “Vos que estás al pedo, vos, al que tu hacienda se reduce a unos pocos metros de tierra en el fondo, salva la abeja, la mariposa. Déjale las manos libres al dueño de grandes extensiones de tierra, al grande, déjale llenar los bolsillos, aunque en la tarea, le queden para siempre sus propios hijos y nietos. Sigue crédulo”.
Avaro, puede ser que los que pusieron en tus manos el maldito veneno, que acabe con la mariposa, y la abeja que poliniza la flor en tus praderas, te brinde bienestar en otro planeta. En otro planeta, sí, bajo una cúpula artificial de plástico, tendrás la tierra prometida, tendrás flores, mariposas y abejas, con tierra nuestra, solo vivirás feliz entre tus iguales, avaro, porque es así, a vos te molesta hasta el pobre diablo que se echa en tus praderas, solo a soñar con un mundo mejor, que, aunque más no sea, pueda rascar su espalda, por los bichos colorados. Egoísta, ni eso quieres compartir.
¿Recuerdas a Caronte y su barca? Mira que la justicia es universal, vaya si de este lado del río te acosen avispas y lechiguanas, que olvidaste matar, y te hagan nadar presuroso al otro lado.
Sería plena mi alegría, y con gusto iría con vos, solo por el placer de verte rodeado de árboles que fructifiquen dólares, y vos, avaro (¡Qué gozo para mí verte!) en vano pretendas alimentarte de ellos. ¿Mereces un infierno mejor?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *