En ese entonces aún circulaban trenes repletos de pasajeros, los ómnibus estacionaban en las respectivas paradas antes de continuar su viaje y descendían pasajeros por una colación.
Un antiguo local ‐confitería y cafetería- los amparaba del frío en invierno y del calor en el estío.
Siempre se veía surgir su figura, vestido de manera impecable, muy aseado; con su banquito y los implementos de lustrado de zapatos.
Un joven hacendoso, de estatura media, tez cetrina, vestido casi siempre de color café.
Saludaba amablemente a todos y respondía con monosílabos a cualquier conversación.
No se sabía muy bien de dónde venía, ni cuál era su morada, aparecía como por impulso mágico con la llegada de los vehículos y desaparecía caminado lentamente para retornar cada nuevo arribo
A media tarde reaparecía.
Cada día ocurría igual; agregaba una chaqueta a su vestimenta -siempre la misma- y portaba un portafolio oscuro, antiguo, que oscilaba a su andar.
Se dirigía invariablemente hacia el edificio del juzgado, a veces también a la casa del juez del poblado. Realmente parecía un letrado.
En ocasiones, luego de dejar su tarea diaria de lustrador y asumir su rol vespertino, se le veía aguardando el ómnibus para ascender con su gastado portafolio.
No siempre se dirigía a un mismo destino, variaba ocasionalmente.
No se le conocía familia alguna y dado que su comunicación con el resto del mundo consistía en escasas palabras era imposible adivinarlo.
El ir y venir a los juzgados sugería la posibilidad de un litigio, real o imaginario. No obstante, ello no afectaba su tarea, ni su figura pulcra, ni su modalidad de relación con las personas.
El devenir del tiempo no hacía mella en su aspecto, ni en su figura, ni en su caminar, siempre pausado, ni en su intachable presencia; exhibía una incipiente calvicie y escasas canas.
Era como los árboles del arbolado público, se notaban solo cuando faltaban; y así ocurrió.
Cierto día percibieron su ausencia y cuando comenzaron a contar desde cuándo, alguien sugirió que “desde el verano”, otro fue más allá, “desde el invierno pasado” y quizás “antes aún”.
El juez señaló que “más de un año”; el chofer del ómnibus, “como dos …”.
Los lugareños suelen aún dirigir la mirada hacia el final de la calle, y observar la llegada de los vehículos de transporte esperando su retorno.
Junto a él se esfumó su eterno pleito jamás laudado.