Florida siempre tuvo trenes, pero la modernización de las vías exige también actualizar nuestros hábitos. No podemos seguir jugándonos la vida por segundos.
En Florida, convivimos con las vías del tren desde siempre. Desde que tenemos memoria, un silbato lejano anunciaba el paso de alguna formación que, lentamente, cruzaba nuestra ciudad como si saludara. Eran trenes lentos, pesados, visibles y audibles desde lejos. Nos enseñaron a tenerles respeto, pero también cierta confianza: uno sabía que tenía tiempo.
Sin embargo, los tiempos cambiaron. Hoy tenemos vías nuevas y trenes nuevos, más silenciosos, más rápidos, más eficientes. Ya no crujen las vías con anticipación. A veces uno camina a su costado, como quien acompaña una sombra, sin darse cuenta que el tren está justo allí. Y sin embargo, aún vemos motos, peatones y hasta autos que se arriesgan a cruzar con la barrera baja.
La foto que circuló días atrás, tomada en el cruce de J.C. Grauer, es elocuente: una moto cruzando con el tren casi encima. El semáforo rojo, la barrera baja, la advertencia clara… y aún así, la imprudencia. ¿Cuánto vale un minuto? ¿Cuánto vale una vida?
No son suposiciones. En los últimos tiempos, Florida ha sido escenario de más de un accidente fatal por esta misma causa. El peligro no es una exageración, es una realidad. Por eso, más allá de la responsabilidad del Estado en mantener los pasos de vía señalizados y seguros, hay algo que depende pura y exclusivamente de nosotros: respetar.
No se trata solo de evitar una multa o seguir una norma por compromiso. Se trata de cuidarnos. A nosotros, a quienes van en el tren. La barrera baja no es una molestia: es un mensaje claro de que debemos parar. La impaciencia no puede ser más fuerte que la prudencia.
Florida tiene historia ferroviaria, y eso nos da también una responsabilidad mayor: educar, advertir, recordar. No queremos más noticias tristes por una decisión apresurada. No queremos que una esquina con vías se vuelva un altar de flores marchitas.
Que esta nota no sea una crónica más. Que sea un llamado, una pausa, una señal que todos podamos respetar.