Si por ponerle unos micrófonos al partido opositor, el expresidente Richard Nixon consiguió ciudadanía en la historia para el neologismo “Watergate”, creo que acá en el profundo sur también tenemos derecho a ostentar nuestro propio neologismo de sesgo anglicista: el “Alpargatagate”.
¿Por qué no?
Una foto divulgada por los servicios de prensa del gobierno uruguayo, mostrando delante del imponente frontispicio de la estancia de Achorena al presidente argentino Alberto Fernández, con impecable traje, recibido por el presidente uruguayo Luis Lacalle de bombacha criolla y alpargatas Rueda, fue el detonante de una más de las mil peleas tuiteras que todos los días llena de discusiones inteligentes la red del pajarito.
“De bombacha de campo y alpargatas, hizo el asado y lo sirvió. No quiero parecer densa, pero les dije que a mi Presidente y Sra cada vez los admiro más?!”, comentó en la red @Adrianaisa1968 en referencia al primer encuentro presidencial rioplatense cuya relevancia fue así destacada.
Y junto a la foto, circularon algunos videos del asado que Lacalle sirvió en una tabla campera a su par argentino.
El comentario bastó para que @MauroM29 refiriera el tuit y en uno suyo, comentara: “Las focas multicolores son igual de penosas que las focas frentamplistas, buscan cualquier mínima cosa boluda para aplaudir”.
De ahí salió un hilo tuitero y una sucesión de respuestas que acompañaron a la pulseada de agudas reflexiones sobre los churrascos, el asado y el dulce de leche.
No faltará quien diga en los interminables y catárticos debates de redes, que el celeste de las alpargatas presidenciales fue un guiño al espíritu charrúa de la Selección de Tabárez, o que la correcta estampa campesina del mandatario oriental fue una versión prolija de la iconoclastia uruguaya singularizada en las chancletas Sorpasso del expresidente José Mujica entre las corbatas del Banco Central.
Pocos, sin embargo, hablaron del significado del primer encuentro presidencial de Fernández con Lacalle en territorio oriental, del valor que tiene restaurar los puentes virtuales de la política y si tuvo más importancia la comida o lo conversado.
La visita de Fernández es la primera a Uruguay, luego de la asunción de Lacalle como presidente, y seguro destrabó algunos muros invisibles que había hasta hoy.
Algunos dijeron que el mandatario argentino buscó recobrar el protagonismo geopolítico perdido por su país en todos estos meses de caos doméstico, preparando un escenario diplomático previsible en un gobierno de Joe Biden.
Otros aseguraron que fue para volver a la unanimidad regional en los organismos internacionales en los que Uruguay y Argentina desde hace algún tiempo votan diferente.
Los menos, que Fernández busca reiniciar su propia agenda, cuando las cosas de su país no están bien.
Está migrando gente y capital de ese país a Uruguay, por un lado, y Argentina necesita reinsertarse en la mesa internacional, por el otro.
Hay muchos temas en común para conversar, y desde los días del expresidente Néstor Kirchner, las relaciones con Argentina son difíciles y ésta no cuenta con Uruguay como “partner” internacional
De pronto, algunos de estos temas fueron un poco más importantes que las alpargatas presidenciales.