EL ANHELO DE LIBERACIÓN

Estamos celebrando la Semana Santa, la semana mayor para los cristianos, que conduce
a la Pascua. También los judíos se aprestan a celebrar el Pésaj, que es su Pascua. Pero a
esta celebración anual de la Pascua judía y cristiana se le suma este año una feliz
coincidencia con el mundo musulmán, ya que han comenzado a celebrar el mes de
Ramadán. Todas estas solemnidades hacen referencia al paradigma de la libertad y la
liberación.


La pascua judía representa la liberación de la esclavitud de Egipto y el paso a la tierra
prometida, aquella que significa prosperidad y libertad para el pueblo elegido. La
Pascua cristiana es el paso de la muerte a la vida, pues la resurrección de Jesús nos trae
la victoria sobre todo aquello que impide al hombre su realización, representado en la
muerte, y nos abre a la posibilidad de una vida en plenitud. El Ramadán es para los
musulmanes la necesaria purificación de aquello que aprisiona a la persona y no la deja
ser libre.


Estas tres tradiciones religiosas, que congregan a más de la mitad de la población
mundial, y que tienen un origen ancestral común en el patriarca Abraham, señalan la
necesidad que tiene el hombre de liberación. Esta liberación aparece en dichas
religiones como un don de Dios, pero también como una tarea, que requiere esfuerzo y
dedicación para no sucumbir ante lo que nos esclaviza y nos hace perder dignidad.
Nuestra sociedad occidental claramente ha renunciado a logar la realización de la
libertad por este camino. Frente a la propuesta de buscar la liberación en forma
comunitaria rige el egoísmo de la búsqueda individual de una libertad que significa
desentenderme de los demás y realizar los propios caprichos. Frente a una liberación
que supone elevarnos sobre nosotros mismos, se nos ofrece una libertad que consiste en
sucumbir cada vez más al consumo de bienes materiales. Frente a una liberación que
incluye la dimensión trascendente que esencialmente tiene lo humano, nos entierra en la
inmanencia de una vida que no encuentra más escape que los paraísos artificiales de las
adicciones.    


Nos hemos alejado del modelo que nos proponen las religiones abrahámicas, pero no
vemos que la humanidad se encauce por el camino de la ansiada felicidad, como
requerimiento de la naturaleza humana. Cada vez somos más esclavos de nosotros
mismos, de los demás y de las cosas, buscando la liberación donde no la vamos a
encontrar, sin trabajar para conseguirla y rechazándola como don que viene de lo alto.
Solemos ver siempre el fenómeno religiosos como problema, pero esta propuesta de las
tres grandes tradiciones religiosas occidentales se nos presenta como solución al sin
sentido y a la deriva en la que navega nuestra sociedad. Tampoco esto es mágico, se
trata de acoger ese don de la liberación que se nos revela de lo alto, pero que necesita
nuestra purificación interior y nuestro compromiso terrenal.


Que la feliz coincidencia de estas fiestas emblemáticas de las tres religiones simbolice
el acercamiento a un mundo más armonioso y nos ayude a valorar la convivencia en
paz, que no se logra sin una auténtica libertad.

Pbro. Dr. Gabriel González Merlano

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