El pánico es la expresión máxima de la ansiedad y la expresión más descontroladas del miedo.
Se define o se caracteriza por ataques de pánico recurrentes, en periodos largos en el tiempo, están asociados a desequilibrios en el sistema nervioso autónomo vegetativo. El pánico es un miedo intenso, invasivo, total y paralizante que no quiere volver a vivirse nunca más.
La persona con pánico recurrente se identifica como la persona que ha perdido la confianza en su propio cuerpo y uno de los riesgos es vivir hipocondríaco. Esto pasa también al plano social y en las áreas de la vida de la persona. A medida que el pánico va ganando terreno limita sus posibilidades de relacionamiento.
En esta época de pandemia los trastornos que tienen una emoción predominante parecen ser los que son más recurrentes, como la emoción del miedo.
El pánico comienza por etapas, este comienza por una situación de nervios impotencia, de incomodidad, etc. Si el cuerpo reacciona correctamente con sus sentidos, el grado de atención baja y se normaliza la situación interna, pero si el grado es más intenso también se puede racionar huyendo de la situación, luchando con la situación o disociando de ella. En el caso de que el mido sea más fuerte y uno siente la incapacidad de dar cuenta lo que ocurre el miedo y la ansiedad puede encaminarse al pánico, donde hay una sensación de miedo excesiva e insoportable, una pérdida de control.
La persona siente que le afecta excesivamente lo que le está afectando y no puede salir de ella. El pánico hace que se tenga la respuesta más rápida y compleja ya que la mayoría de los organismos cambian a situación de riesgo y el aparato complejo entero actúa en consecuencia de lo que está pasando. El cuerpo se prepara o para luchar o para huir.
Estos tipos de ataques han ganado terreno en la población y también han ganado terreno en la edad ya que cada vez más temprano son estos ataques.
Antes se pensaba que este siglo iba a ser el salto que íbamos a salir del miedo, en la antigüedad en la oscuridad podía pasar cualquier cosa pero en el día de hoy todo empeoro.
Saber que este mundo es temible no quiere decir que vivíamos con miedo pero: ¿porque vivimos con pánico en lo contemporáneo?
Porque nuestros miedos tienen vida propia: Nuestros miedos están asociados a un histórico singular. (Ladrones, cerraduras, informativo etc.) Se convierten en una forma de vida donde estamos detrás de unas rejas.
El pánico de las dietas en respuesta al miedo de las calorías, al consumo de tabaco y alcohol, a los rayos solares, a la fastfood provocadora de la obesidad, la comida que tiene que ser sin gluten, nos va atrincherando cada vez más en nuestro cuerpo.
Van produciendo aumentos crecientes de ansiedad, el cuerpo es un campo de batalla en donde cada trinchera acumulamos miedo, cada miedo crece porque tiene vida propia. El miedo crece cuando es disperso, invisible poco claro, cuando flota libre, fruto también de nuestra ignorancia.
¿Que nos hace susceptibles al peligro real o el imaginario? Tiene que ver con nuestra sensación histórica de inseguridad y nuestra vulnerabilidad o sensaciones de desamparo. Nuestra suposición que tenemos sobre nuestra vulnerabilidad ante el peligro no tiene que ver con el volumen real del peligro sino con la ausencia de confianza con las defensas disponibles.
¿De dónde vienen esos miedos? Hay dos niveles, el individual o histórico familiar determinado por nuestros patrones de apego y por otro lado la dimensión social histórica en la que se vive. El quedar para atrás, en esta sociedad es el principal miedo de la vida contemporánea, ya sea en lo económico, belleza, seguridad o en cualquier ámbito.
Es un universo competitivo, y se complementa con la mirada del resto de la gente que disfruta de la caída de la persona que no va bien. Es un miedo condenado a hacerlo sufrir en solitario, mientras los demás siguen con su vida plena. El chisme y el humor son las herramientas que hacen que el otro que “va bien” disfrute del árbol caído. La persona que sufre este miedo siente que viene algo dese adentro, y cuando en este predomina la variante del desamparo, nos predispone al síndrome de pánico.
El pánico se piensa como la consecuencia de la experiencia traumática de la desintegración de los terrenos existenciales.
El pánico es el efecto de la crueldad, de la vertiginosidad en el que se vive el día de hoy, por ejemplo: Te recibiste de licenciado, pero el mercado te dice que ese título no te sirve de nada, entonces hace la maestría, y después el doctorado y después el postdoctorados y así en todos los órdenes de nuestra vida, sin poder disfrutar e imponiéndonos esa obligación de reformatearnos constantemente. Después de un estado de pánico podemos llegar a caer en un estado de depresión mayor.
La idea para superar este pánico es la de intentar que la persona no tenga contacto con los demás para no ocasionar ese re formatear, y ser víctima de la sociedad. Luego la segunda estrategia es buscar a otro que tenga cualidades bondadosas y positivas, así este sería como escudero que funciona como coraza secundaria que garantiza el cuidado de los otros que son “potencialmente malos” Es un garantía imaginaria de amparo y protección.
La persona con pánico tiene miedo a que aparezcan estas sensaciones en lugares que no pueda salir como por ejemplo ascensores, metros, ómnibus, lugares cerrados y si la persona con pánico desarrolla conductas evitativas desarrolla el trastorno de la agorafobia, donde el sujete huye de situaciones potencialmente peligrosas donde siente que no tiene escapatoria o que no va a ser ayudado por nadie. Cuanto menos pueda entiende la persona este miedo interno es peor, por eso lo importante de los espacios de terapia. A demás de un histórico desamparo también encontramos en el sujeto una desconexión con la experiencia somática o cognitiva, esto quiere decir que la persona vive un enorme extrañamiento en su cuerpo, la persona reacciona con pánico de algo que viene de su interior.
¿Pero pánico a qué? La respuesta de esta pregunta es singular, cada persona tiene sus propios motivos y todos tienen al menos un motivo. La disociación es el principal mecanismo para salir del pánico, esto hace que la persona sea más proclive al pánico porque siempre se va escapando. El sujeto en la vida vive teniendo micro traumatismos que van fragilizando al sujeto en cada intento fallido de relación, es decir, hay una clara relación de pánico y desamparo y las problemáticas narcisistas emergentes de la sociedad.
Desde la vista macro, se quiebran los soportes narcisista produciendo muchas veces una sensación colectiva que va unida a un desengaño y desconfianza social, política o institucional. Estos regímenes afectivos hacen una grieta social en el entramado simbólico que es altamente institucional que arroja al sujeto a un estado de desamparo psíquico que es mucho más singular.
En psicología clínica la emergencia creciente provienen de la pérdida del enlace con el otro, una clara ausencia de garantías intersubjetivas, una falta de poder confiar en el otro hasta en lo más básico.
Del pánico con el profesor Luis Gonçalvez.