El secreto de la verdadera felicidad – por Mons. João Clá Dias, EP

La Liturgia de este domingo [13° del Tiempo Ordinario] se aplica con más propiedad a las almas consagradas, invitadas por el Divino Redentor a abandonar todo para seguirlo.

Pero los mismos principios, de radicalidad en la entrega y entera dedicación a las responsabilidades inherentes al propio estado de vida, son aplicables a todos los bautizados, sean los escogidos para el sacerdocio o la vida religiosa, sean los llamados a constituir una familia y ejercer una profesión.

En cualquiera de estos casos, todos nosotros oímos en determinado momento, una voz interior que nos dijo, con tono aterciopelado, pero imperativo: “Sígueme”. Si aceptamos la divina invitación, quedaremos, a partir de ese momento, amorosamente “confiscados” por Jesús. Pues nuestra vida le pertenece y nuestra entrega a Él debe ser total.

El demonio, criatura abyecta y envidiosa de la recompensa que nos está prometida, muchas veces se ve incapaz de desviar a las almas elegidas del camino de la santidad. En este caso, él las tienta a practicar la virtud con flojera y dirigir a menudo las vistas hacia atrás, procurando inculcar en esas almas la ilusión de que, así procediendo, para ellas la carga se volverá más ligera y el sufrimiento, menor.

Nuestro Señor Jesucristo no tolera la tibieza en sus seguidores. Quien vive en función del propio interés, o ejecuta mal las labores en la viña del Señor, jamás podrá ser feliz. En esta tierra, la verdadera alegría está solamente al alcance de aquellos que se dedican por entero al cumplimiento de la propia misión.

A lo largo del camino trazado por la Providencia para cada uno de nosotros, todos nos encontraremos con alegrías y consuelos, pero también con momentos de tristeza y desolación, contingencia inevitable en este valle de lágrimas. No extrañemos cuando lleguen y, en esas horas de sufrimiento, esforcémonos especialmente en no mirar hacia atrás, pues en las vías del discípulo de Jesús, liviana es la carga de quien todo entregó, y pesada la de aquel que optó por las concesiones y las medias tintas.

Si en determinada situación el peso de nuestras obligaciones nos hace tambalear, dirijamos confiados los ojos hacia Nuestra Señora, con la seguridad de que Ella nos protegerá y consolará. Y cuando llegue, finalmente, el día de ingresar en las delicias eternas del Cielo, comprenderemos cuánto Ella y su Divino Hijo están siempre al lado de quien dedica su vida a seguirlos de todo corazón. ◊

(CLÁ DIAS EP, Monseñor João Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. III, Librería Editrice Vaticana)

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