Gabriel González Merlano: Un gaucho hacia los altares

“… Que aquel primer Obispo de Montevideo, tan querido de mi generación, tan venerado por ella, era un hombre de virtudes heroicas; que no es, por lo tanto, una ilusión el abrigar la esperanza, que hoy abrigamos de ver incorporar a la constelación de nuestros héroes nacionales al héroe por excelencia, el solo verdaderamente, totalmente heroico: el santo. Que solo será eterna la memoria del justo…”.

Estas son palabras de Juan Zorrilla de San Martín, referidas a su entrañable amigo Mons. Jacinto Vera. La esperanza que el poeta de la patria abrigaba hace noventa años, cuando escribía este texto, hoy ya casi es realidad, pues sin duda muy pronto el Venerable Jacinto Vera podrá ser proclamado beato.
Él es el modelo más uruguayo de virtudes vividas con heroicidad. Por ello, los hechos de su vida son estímulo de vida cristiana, y sus enseñanzas, refrendadas por los hechos, son lo suficientemente potentes como para guiar por el camino de la virtud a quienes las escuchen.
Tal como lo expresara Zorrilla de San Martín en el texto citado, un pueblo junto a los héroes que encarnan virtudes civiles también necesita esta otra heroicidad, la de las virtudes trascendentes, la de aquellos que han recibido del Señor el premio de la gloria eterna, es decir, los santos.

No se necesita ser creyente para apreciar el testimonio de una vida de entrega al prójimo, especialmente a los más necesitados, como lo fue la de Jacinto Vera. Por algo, su muerte, un 6 de mayo, se transformó en el acontecimiento más multitudinario que se recuerde en el Montevideo de la segunda mitad del siglo XIX. No se podía esperar otra cosa de alguien que fue la persona más querida y conocida de su época, reconocido aún por aquellos que se consideraban sus “enemigos”.
Don Jacinto es el obispo gaucho, que tiene una admirable identificación con su pueblo, como el pueblo la tiene con su pastor, y que llena una época fundamental de nuestra historia. Nace junto con la patria y llevará durante toda su vida, en sus entrañas, el compromiso con la sociedad gaucha, pues con ella vivió sus alegrías y triunfos, así como también los dolores y grandes padecimientos. Acompañó como nadie la construcción de aquella orientalidad.

Indudablemente es un modelo de santidad cercano, sencillo, “a la uruguaya”. Él está totalmente consustanciado con nuestra tierra, con su gente y con nuestra historia. Debemos ayudarnos con su testimonio y celebrar el gran regalo que Dios nos ha hecho en su persona, como cristiano y patriota.

De ahí que, nuevamente, Juan Zorrilla de San Martín afirme que con Mons. Vera “se santificará nuestro Uruguay”, pues “nadie lo ha querido más que él; nadie lo ha servido más”.

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