Gladys Gil: Poca plata y mucha risa

Como cada sábado, las amigas de Elisa llegaron a su casa para ir al baile y comenzaron a prepararse. El baño era de ellas. Frente al espejo se probaban ropa, se maquillaban, se peinaban… Mientras todo transcurría, comenzó a llover y, bueno, ya la ropa y el calzado para un día de lluvia no era el más adecuado. Otra vez a elegir ropa y calzado. Y comenzaron las diferencias: -Yo me pongo estos zapatos, Elisa. -No, no, esos no te quedan bien. En eso estaban, cuando Elisa recordó: -Si no deja de llover ¿en qué vamos? Tenemos el dinero justo para las entradas. Apareció la madre y les dijo que, si seguía lloviendo así, encargarían unas pizzas y verían una película. Todas estuvieron de acuerdo. -Sigue lloviendo y ya son las doce. ¿Y si pedimos las pizzas? Todas sentadas en el living. La madre de Elisa comenzó a llamar: -Hola, sí. Es para encargar unas pizzas. ¿Cómo que es la Terminal de ómnibus? Disculpe. Y reían todas… -Hola. Buenas noches… ¿Cómo que soy inoportuna? Sí, ya sé la hora que es, pero quiero encargar pizzas… Ah. ¿Es un residencial de adultos mayores? No. No quería molestar. Disculpe. -Hola. ¿Pizzería? Para encargar unas pizzas… ¿De qué gusto quieren, chicas? … Bueno: Una común, una de muzzarella, una con panceta y muzzarella, que no tenga aceitunas… ¿Cuánto demora?… Bueno. Gracias. Finalmente, cortó y se fue a la cocina. Las muchachas seguían conversando y riendo hasta que una de ellas dijo: -¿Cuánto hace que encargamos las pizzas? Ya pasó más de una hora. No han llegado todavía. Entonces la que habló fue Elisa: -Ayer nos cortaron el teléfono. No nos van a traer pizzas, pero mamá preparó una chocolatada con tortas. Y rieron y rieron y rieron todas…

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