José Luis Llugain: Cándido

Se dice, y no con poca razón, que generalmente el nombre dado a un recién nacido puede constituirse en una pauta que le signará por toda la vida. De ahí la importancia de saber elegir bien el nombre para el niño, que le ayude a avanzar positivamente por los caminos de la vida.

Si hubo un nombre bien elegido y muy adecuado a su personalidad, fue el de Cándido, un muchacho sencillo y noble, cuya mentalidad le hacía honor al nombre, del cual él tanto disfrutaba.

De niño era objeto de bromas por sus iguales, las cuales disfrutaba en el entendido que así se sentía importante para ellos. Sencillas, fuertes o violentas, él las aceptaba todas. Ya adulto prosiguió con su candidez en todos los lugares que frecuentaba. En la oficina donde trabajaba, por ejemplo, era el encargado de hacer -con gusto- los mandados personales a sus compañeros, pese a que ello le significara retrasarse en su labor, con los consiguientes llamados de atención por parte de sus superiores.

Era un voraz lector de textos sobre brujería y cartomancia, dándole total crédito a todo lo que leía, incapaz de cuestionar o dudar al respecto de sus contenidos, a tal punto que confiaba más en ellos que en las propias personas.

Cuando aparecieron en el país los primeros casos de Covid-19, creyó saber todo al respecto desde mucho antes, por haberlo leído en las predicciones de su astróloga preferida y decía estar preparado para enfrentar la epidemia, contando como herramientas simplemente unos rezos y unos brebajes especiales.

Nadie pudo hacerlo entender que, además de esos rezos y brebajes, él debía tomar otras precauciones para evitar contagiarse. Su ingenuidad le impedía atender cualquier tipo de consejo recibido.

Lamentablemente los brebajes que ingería comenzaron a jugarle una mala pasada, a tal punto que debió ser internado en un nosocomio para atender una fuerte infección digestiva. La estancia allí duró pocos días, pero fueron los suficientes para que, a la semana de haber salido, comenzara a tener los típicos síntomas del Covid-19…

¡Se había contagiado! A nadie le comentó de su situación, él consideraba estar simplemente resfriado y que muy pronto se recuperaría. Los rezos y brebajes le ayudarían en esa empresa.

¡Ay, Cándido, pobre iluso! La tos se agravó, los picos de fiebre llegaron para quedarse, hasta que nada más fue posible hacer pese a que lo internaran nuevamente. A los pocos días de ingresar, falleció. Pero lo hizo creyendo que su padecimiento no era provocado por el Covid-19, sino a causa de esa tos de fumador que siempre tuvo.

Según él, los rezos y brebajes le habían salvado de la epidemia, pero no de la neumonía. Para su desgracia, no había destinado tiempo para leer sobre cómo cuidar sus pulmones.

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