Con varios amigos nos habíamos ido de campamento a La Paloma. Recién habíamos terminado el primer año de facultad y ¿qué mejor que festejarlo todos juntos? Así que con pocas cosas y muchas ganas arrancamos para la playa. Los primeros días hicimos pura playa, de sol a sol allá estábamos y solo íbamos hasta el campamento para comer y dormir; pero ya cerca del fin de semana nos vinieron ganas de ir a bailar y conocer chicas. Por entonces estaba en auge el pub «Caravana», con buena música, buenos tragos y con pura gente joven con buena onda, así que ese fue el lugar seleccionado para ir. Casualmente ese viernes había luna llena y entre nosotros nos embromábamos a ver quién se convertiría en lobo. Entre chistes y risas llegamos al lugar y enseguida nos pusimos a otear el panorama para ver «en qué puerto recalar». Luego de un par de recorridas por el salón, posé mi mirada en una chica algo menuda, de cabello oscuro y piel cetrina, casi casi mi ideal de mujer. Ella estaba con otras chicas, pero cuando me acerqué para invitarla a bailar, aceptó gustosamente y nos fuimos a la pista. Le gustaba mucho la música, bailaba muy bonito y no había pieza que no dejara de disfrutar, incluso cantaba muchas de ellas. Entre pieza y pieza comenzamos a charlar y conocernos resultando que había una gran afinidad entre ambos en cualquier tema. Poco a poco nos fuimos acercando y ya no solo en las opiniones, sino también físicamente. Dejamos de bailar separados para hacerlo juntos, de manera discreta pero bien juntitos. Un rato más tarde nos fuimos hasta la playa a disfrutar de la luna llena culminando en una relación tan fogosa como fría estaba la arena. Al regresar al pub, su marquesina nos hizo ver que estábamos totalmente enarenados. ¡Qué gracia nos causó! Como pudimos nos aseamos y volvimos a la pista para continuar bailando. Al despedirnos, quedamos en encontrarnos al día siguiente en la playa frente al hotel donde ella estaba alojada. A la hora convenida yo estuve allí, pero ella no apareció. Luego de esperar largo rato, fui hasta la recepción del hotel para averiguar sobre su paradero, pero -para mi sorpresa- el recepcionista me dijo que ninguna chica con ese nombre o con su biotipo se había alojado allí. Por varios días la busqué por todo el balneario, pero sin éxito. Sabía que no había sido un sueño, mis amigos me vieron con ella. Finalmente me resigné y decidí irme a casa antes de lo previsto. En la ruta vi que la luna me observaba a lo lejos. Ya era luna menguante.