Cuando el no ser queda en suspenso
se abre la vida, ese paréntesis.
Mario Benedetti
También… ¡Qué modo de presentarte!
Desarrapada, vestida de negro, con esa cara huesuda y esa eterna guadaña entre tus manos.
Bueno, al menos así te pintan. No sé si estarás de acuerdo.
Pero eso es poco: dicen cosas peores: desalmada, traicionera, mala, roba vidas, que muchas veces llegas sin aviso e invariablemente nos dejas llorando.
Pero si la justicia es justa, todo malvado merece su descargo, así que, hasta donde pueda, trataré de defenderte.
No es cierto que tú quieras ser tan mala; no haces más que cumplir con el mandato para el que fuiste creada desde el principio y hasta el fin de los siglos. Es tu naturaleza y sin ti tampoco existiría nada.
¿Que sos injusta? En eso también discrepo: nadie como tú para igualarnos a todos sin distinción de matices, de clases o de cultura.
¿Que siempre vienes sin que te llamen? Eso tampoco es verdad, si no que lo digan quienes inventaron la guerra, donde estoy segura que la que llora eres tú.
Ya te imagino gritando: —No siempre voy porque quiero, sino porque me convocan con esa manía que tienen algunos del desprecio por la vida. Después me culpan a mí.
Sigamos con tu defensa y aquí está la paradoja: nunca he visto a los humanos más profundamente conmovidos que tratando de dar consuelo a los que quedan después de tu visita. Lo que me lleva a pensar que, después del nacimiento de un niño, tú eres la más grande generadora de Amor en este paréntesis que es nuestra vida.
Y bien, mi defensa aquí termina.
Después de todo, te pinte como te pinte, siempre serás la mal venida.