LAVALLEJA ES CAMPEÓN DEL INTERIOR Y ALCANZÓ SU TERCERA ESTRELLA

EL PREMIO A LA CONSTANCIA

Por Sebastián Pastorino (Fotos de Víctor Píriz, Oral Sport)

Cientos de puños apretados, elevados al cielo. El grito de más de cinco mil gargantas, ya desgarradas, rompiendo el silencio de la noche serrana. Las pulsaciones a mil, de jugadores e hinchas que hasta un segundo antes jugaron y metieron como leones dentro y fuera de la cancha. Y la tercera… si, la tercera Copa del Interior para Lavalleja en las manos de su capitán Germán Fernández.

Fue Germán, justamente, el delantero que juega con la “3”, quien cuando moría la revancha definió abajo tomando el rebote en Regueira para sentenciar la historia. Una semana antes habían empatado 1 a 1 en Salto.

El “Juan Antonio Lavalleja” estaba repleto como tantas y pocas veces; amontonados y desbordando el cemento, alentaron como nunca los minuanos. El rojo, el blanco y el azul se disiparon en bombas de humo, que tiñeron el negro de la noche del sábado 8 de abril en Minas cuando salieron los equipos acompañados de un aliento ensordecedor.

Salto se plantó muy bien en el terreno con una gran carpeta copera, e hizo lo que planificó su técnico Noboa. Ciertamente no le permitió a Lavalleja ejecutar su juego, por asfixiarlo en la salida y en la gestación, por cortarle todos los circuitos de evolución colectiva, y por disponer como estrategia indisimulable que no hubiese continuidad en el desarrollo.

Lavalleja, impotente, no pudo escaparle a eso. No obstante fue, aunque de manera aislada, el que generó los mejores acercamientos al arco adversario a lo largo de los noventa minutos. Salto se limitó al juego aéreo en los tiros libres a su favor, especulando con el desnivel del gigante Bentín.

Carlitos Corbo, a sus 41 años, metió como un caballo en el mediocampo del campeón; justo el día en el que 14 años atrás murió su padre… 14, como el número que llevó en la espalda quien sintetiza coraje y calidad.

Emiliano Bonilla, que con veinte años y un desparpajo acorde a su personalidad y juventud entró al rectángulo como variante, tras el título recordó a su madre que seguramente desde alguna estrella lo impulsó a meterle el mágico pase de gol a Fernández cuando el reloj marcó los 92’.

Son familia. Son los que están y los que se fueron antes y perduran en el corazón y la memoria. Son nuestros vecinos transformados en héroes de noches estivales, que generan cosas inexplicables y difíciles de comprender para quien no lo siente. Eso es el fútbol del interior…

La caravana recorrió parte de la capital serrana con los campeones coronando el camión de la intendencia, como pasa cada día de gloria en todos los pagos de este Uruguay profundo. Y la copa bien arriba, cortando el cielo y la angustia de lo que no sucedió un año atrás cuando el sueño de campeonato quedó trunco.

Una vez más fueron unos guerreros que emocionaron a más no poder a miles, desde Damián con su bandera “Jueguen por la gloria” hasta Franco que con apenas cuatro añitos disfrutó algo que no se va a olvidar en la vida.

Tuvieron su recompensa, esa que nace del esfuerzo diario perdiéndose veranos, playa, familia, trabajo y momentos personales, para deslomarse cada noche entrenando en la búsqueda de la realización deportiva…

¡Si supieran cuánto los admiramos por haberlos visto caerse y levantarse mil veces! ¡Por haberlo seguido intentando tras perder las finales del 2018 con Durazno y del 2022 con San José! Se reinventaron una y otra vez, demostrando una resiliencia nada común.

¡Gracias! ¡Gracias por siempre, CAMPEONES!

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