Lo que puede esperar Uruguay con la llegada de Lula

Por Heraclio Labandera
La elección de un nuevo gobierno de Lula, tiene para Uruguay consecuencias de las previsibles y de las otras. Es probable que ya no sea lo mismo, pero hay que estar advertido que tan lejos pretende llegar.
No había pasado una hora de conocerse el resultado electoral de Brasil, cuando se supo que el presidente Luis Lacalle saludaba en un tuit la elección presidencial de Lula.
Brasil es un socio geopolítico, económico, energético, comercial y cultural imprescindible para Uruguay.
Y considerando que la consigna suprema del actual gobierno uruguayo es la máxima de que para el país no existen amistades permanentes, sino intereses permanentes, urgía una rápida salutación al mandatario que fuera electo.
Todo distinto
El regreso de Lula a la primera magistratura de Brasil no fue la victoria de un único personaje, sino el de un consorcio de fuerzas de distinta orientación política, que vieron en Bolsonaro una opción demasiado reaccionaria.
Por añadidura el suyo no será el retorno al mismo Brasil que gobernó el PT, ni encontrará el mismo planeta político que dejó.
Hoy el panorama mundial es de commodities en baja, dólar en alza, mundo en recesión a media máquina y líneas políticas de fuerza diferentes.
Es probable que con su vuelta, se retorne a una apuesta por la integración regional, pero las coyunturales asimetrías económicas del bloque Mercosur pusieron una sideral distancia con los intereses económicos en juego.
La diplomacia brasileña de Bolsonaro abrió la puerta para que prosperara el estudio de factibilidad de un TLC entre Uruguay y China, y la potencial administración Lula no dio señales de que se opondría a qué se continuará con la experiencia,
Si bien Uruguay posee una diplomacia soberana, su integración al bloque Mercosur lo condiciona en varios aspectos al consenso de sus socios dentro del acuerdo de integración.
La histórica animosidad argentina a la búsqueda de salidas al estilo de acuerdos de libre comercio como los que busca Uruguay, en un momento de debilidad económica argentina como la actual, fue sutilmente compensada por apoyo tácito de Brasil a la voluntad del presidente Luis Lacalle Pou de rubricar acuerdos de ese tipo.
No es mera generosidad sino que la negociación que un país como Uruguay plantee, luego operará como una movida testigo.
Y nada indica que la nueva administración de Lula, vaya a cambiar esa pretensión cuando lo que su gobierno está interesado en participar de algunas escalas de la Nueva Ruta de la Seda, que impulsa el gobierno de Xi.
Y si ese TLC funciona, no se advierten objeciones para otros TLC con países del Asia, cómo parece ser la meta del gobierno de Lacalle.
La única variable que no se puede ponderar con precisión, es la posible influencia que Alberto Fernández pueda tener en algunos aspectos de la diplomacia de Lula, lo que podría ocurrir por contravenir las pretensiones uruguayas.
Muchas veces en la historia, lo que hoy es Uruguay, fue “moneda de cambio” para satisfacer las intenciones hegemónicas de los dos grandes vecinos geopolíticos.
Y en esa línea de las influencias políticas, está en ver cómo incide la geopolítica ideológica del Foro de San Pablo o de la “internacional de izquierda,” que pongan en órbita.

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