Última soy al irme a la cama. La noche a mí me detiene, y de su mano me sostiene. Horas en la que quiero vivir, si me durmiera al no sentir esto tan bello, me moriría y no lo quiero; espanto al sueño. Sé que es difícil, pero comprendo ese tiempo y claro que entiendo: se hizo la noche para que el sueño sea dueño de nuestra parte del universo. La luna hace rato que brilla sobre ese manto lleno de lentejuelas, entre ese silencio especial que tienen las horas nocturnas en vigilia… Mi casa ha quedado muda, sola en el comedor sentada, tomando mi té, leo un libro que me han regalado; me atrapa cada vez más, voy terminando su historia, saboreándolo con gusto. Es mi victoria como el té que moja mis labios y los entibia. Pero ahora comienza otra historia. Me sumerjo en mi cama despacio. La tenue luz de la portátil, una veladora que siempre dejo encendida, alumbra en la penumbra de la habitación y mi soñador marido ha comenzado su sueño, parece que quisiera atrapar a alguien porque está tirando manotazos, ¿o estará nadando, tal vez? No sé si yo estaré ahí, pero me gustaría para ayudarlo, pero vaya a saber qué está haciendo. Si lo despierto, tal vez, sea peor. Bueno que quede con el honor, pero parece un niño pequeño, me imagine tantas cosas porque es muy bromista. Creo que estaba boxeando. Iba dando puñetazos. Ahí ya no me gustó. Viendo esto, me levanté de apuro para ver la escena más de lejos y me dije «Me mata si me toca a mí. Esto es absurdoexclamé-, tener que salir ahora que ya estaba cómoda en mi cama… ¿tan especial era esa locura?» «Pero qué sueño que dura», me dije y no pasó de un segundo que otra tirada de sus brazos y al darse vuelta… se fue con toda su linda postura al suelo. ¡Qué golpe! Yo no sabía qué hacer. Con qué fuerza cayó al piso. Creí que no se levantaría. Pero ahí dijo: «¡Ay, que me he caído! La pucha, no me acuerdo del final, pero venía tan ligero ese buey fiero que, por esquivar la perrada que traía, no lo puaquel sueño que no tuvo su final. La noche lo vivió a su modo. Cada sueño se construye con lo que haces o hablas en el día, tal vez esto pasó con mi esposo y su amigo. Yo, atónita, miraba que no estuviera herido porque, a pesar de todo, fue tremendo golpe. La cama es alta, ¡por Dios! Tanto susto, si tenía algún poquito de sueño, ya se me había ido. Nos volvimos a acostar, quedamos en silencio. Se volvió a dormir. Cuando vi que ya estaba bien dormido, por las dudas coloqué sobre mi cabeza las almohadas, cosa que fuera a seguir buscando el final del sueño y yo llevara la peor parte. Esa noche sí que de verdad supo sentirse el sueño de soñar… yo me desvelé y qué sueño me dio después… La noche se está lavando su cara con el rocío y todavía sigo en la cama… de agarrar, se me escapó en la bajada». Pero era en carcajada que contaba.