Mirtha Pittamiglio: El secreto detrás del muro

-Hay que levantar muro, Joaquín. La niña está creciendo y puede perjudicarla lo que pueda ver- decía a su cuñado el padre de Florencia. «Levantar muro» pensó Florencia al escuchar sin ser descubierta. ¿Por qué? A ella le gustaba observar aquella casona vecina con muchas habitaciones de distintos colores, siempre alegre y musical por las noches y calladita por las mañanas. También le gustaba ver colgadas secándose al sol las coloridas prendas interiores. (Las de su mamá y tía, blancas, lisas, sin puntillas ni bordados, eran totalmente aburridas.) Y las señoritas ¡ah!, las señoritas, tan distintas a las hermanitas del colegio, su risa, su canto, su alegría. ¿Ya no las escucharía más, ni vería sus caras pintadas, ni sus cabellos de largos rulos? Parecían las princesas de los cuentos que su papá le leía por las noches. ¡Cuántas hijas tenía su vecina! Alguna desaparecía por un tiempo, venía otra, alguna vez, otras no. Aquella casona y sus señoritas le hacían acordar a la cajita musical de su mamá, donde al abrirla pequeñas muñecas bailaban al compás de un vals. El muro se levantó dejando tan solo escuchar como lejana la nocturna música. Una mañana temprano la despertó el sonido de sirenas: la policía tenía la manzana rodeada. Y desde la ventana de su habitación que daba al fondo se oyó una fuerte voz masculina que dijo: -Quietas, esto es un allanamiento. Quedan todas detenidas. Después, prendidos al muro tan solo quedaron los gritos y llantos de sus señoritas. Los años pasan. Florencia estaba comenzando su adolescencia. Al mirar el muro recuerda las palabras que su padre dijera a su tío sin que una respuesta disipe sus dudas. Fue el destino quien un día le diera la tan ansiada respuesta. El zapatero de su familia solía envolver los arreglos para entregar en papel de diarios viejos. Así fue que, al abrir un paquete, vio en la hoja la foto de la casona vecina. Sorprendida alisó la hoja para poder leer lo que allí estaba escrito: Se allana una vivienda en la calle… del barrio… Sus moradoras, una mujer mayor y siete jóvenes quedan a disposición de la justicia por ejercer la prostitución con el fin de quedar embarazadas para luego vender los bebes. Florencia nunca habló con nadie de lo sucedido. Tan solo quemó la hoja guardando en su corazón inocente y puro el recuerdo de las señoritas de detrás del muro.

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