Rumores, comentarios… y un docente apasionado que, aún sin vida, recorre las aulas vacías del Liceo n°1 de Florida. Aulas cargadas de recuerdos, que le hacen permanecer allí. Mientras tanto, quienes aseguran su presencia, comparten con nosotros sus relatos. Todo comenzó un mediodía del año 2014, cuando el profesor de Biología, quien hoy parece deambular por la institución, se encontraba encargando su almuerzo junto a un compañero. Mientras tanto, la gran cantidad de cigarrillos sobre la mesa, tentaron a dicho compañero a decirle que no pasaría de ese día, si seguía fumando de esa manera. La situación pareció congelarse, hasta que esa misma tarde, la devastadora noticia de su muerte, hizo que el negro llenara la sala, y el luto acompasara cada lágrima. Tiempo después de este triste acontecimiento, la ausencia ya no era tan dolorosa, pues su presencia se hizo sentir en varias ocasiones. Bajar a preparar los laboratorios en la noche ya no era agradable. No luego de sentir respiraciones tan cerca, y tiradas de pelo. La necesidad de ir de a dos se volvió cada vez más imperativa para el plantel de docentes. Con el paso de los días, ya no se volvió gracioso. Cuidadores, en la noche, lograron captar en un video, extraños movimientos del famoso docente. Los salones 16 y 17 ya no querían poblarse. Todos temían, en un inicio, a aquel ser que no causaba daño ninguno, hasta que comprendieron que así era. Fue entonces que más relatos daban vueltas entre charlas y reuniones de estudiantes y trabajadores, hasta que los protagonistas de la historia detallaron el suceso más impactante. Un día, alrededor de las 20:00 horas, un grupo se encontraba en su clase habitual en los salones de la planta baja. Mientras tanto, el señor que se encargaba de la limpieza de los salones ya había terminado de acomodar la planta alta, y la planta media, para que estuviera todo correcto y prolijo para iniciar la clase del día siguiente a primera hora de la mañana. Los ruidos comenzaron a perturbar a los alumnos, y la concentración se volvió cada vez más difícil. Su profesora, un poco inquietada por la situación, le preguntó al señor que se encontraba ordenando salones cercanos, por qué había tanto ruido arriba, ya que era el único grupo en el liceo a esa hora. Sin respuesta lógica que dar, ambos fueron en busca de lo que sucedía. Al llegar arriba, se llevaron una sorpresa que los marcaría por siempre. Los bancos, que ya habían sido acomodados uno detrás del otro, respetando las filas correspondientes, estaban agrupados de cuatro o cinco, como si una clase los hubiese movido para trabajar en equipos. Por otro lado, el pizarrón no estaba vacío. Las letras como recién escritas con un marcador negro provocaron un revuelo enorme. Una tarea de Biología estaba allí escrita. El único problema, es que no había nadie. No había grupos ni docentes hace horas, y la tarea sonaba muy familiar a la de una persona que, en algún momento, marcó su existencia dando clases frente a miles de alumnos. Hoy es recordado cada vez que se hace sentir con sus extrañas acciones, queriendo llamar la atención de los vivos. Algunos aún le temen, mientras que otros han aprendido a convivir con su presencia. Mientras siga entre nosotros, jamás será olvidado.
Natalia Cóccaro: La profesión y la muerte
