Ya hacía muchos años de aquel día en que dijo: “O se va la perra o me voy yo”.
Era el tiempo en que la casa estaba llena, había risas, había gritos, había llantos.
Nunca le habían gustado los perros y esa presencia traída por Juan -impuesta casi por Juan-, la exasperó.
Pero los chicos estaban fascinados con aquella perrita blanca y negra.
Y no se fue ninguna de los dos.
Pero su única rebeldía fue que, al darle la comida, siempre la trató de usted, “venga, coma”.
*** Ya no está enojada. Está sola.
Juan sonríe desde lo alto, y los chicos ahora son grandes y volaron también.
Y ahora sin rebeldía se escucha: “vení, comé”.
—¿Qué te ha pasado, mamá, que ahora tuteas a la Bicha?
—Ha pasado el tiempo.