Pbro. Dr Gabriel Gonález: El peligro de los nuevos derechos

Días pasados celebramos un nuevo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquellos derechos que dimanan de la propia naturaleza humana y, por tanto, son reconocidos como tales –no creados- por los distintos ordenamientos jurídicos. Estos derechos fundamentales son los que nos hacen a todos iguales «ante la ley». Muy diferentes resultan ser aquellos otros derechos del actual nuevo orden mundial, que son impuestos «por ley» y están muy lejos de pertenecer a la esencia de la naturaleza humana, sino más bien responden a otro tipo de intereses.

Lo cierto que estos nuevos derechos no hacen otra cosa que dejarnos cada vez más perplejos por el grado de irracionalidad al que se puede llegar cuando se hacen efectivos. Entre ellos se encuentran todos los derechos «trans» que no se acaban con lo trans-género. Es una lista que si no fuera aterradora por sus consecuencias sería desopilante. Pero me quiero detener en uno de sus tipos, denominado trans-edad, dada la reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia de México de autorizar a cualquier ciudadano la modificación en los registros civiles del país de la fecha de su nacimiento. Así se expresa dicha jurisprudencia del supremo órgano de justicia mexicano: «En este sentido, si ante la sociedad una persona se ha identificado constantemente en sus actos privados y públicos con una fecha de nacimiento, entonces ello forma parte de su biografía, de su ‘verdad personal’, pues la identidad se construye durante toda la vida del ser humano, comprendiendo elementos y aspectos que van más allá de la ‘verdad biológica’». Es muy claro aquí que sobre la edad real predomina la autopercepción y dice en forma explícita que es más importante esta percepción subjetiva, a la que llama «verdad personal», que la verdad que dicta la naturaleza, es decir la «verdad biológica». No hay nada natural, sino que todo es una construcción social.

 La Suprema Corte de Justicia abandona todo razonamiento lógico y jurídico, pero lo peor son las consecuencias que esto puede tener en distintos ámbitos de la sociedad. No hace falta demasiada imaginación para representarnos escenarios que perfectamente son posibles con decisiones judiciales y normas de este tipo. No tardarán en llegar casos en los que una persona afirmará tener más edad de la que tiene para acogerse a la jubilación (¿qué pasaría con nuestro BPS?), o un delincuente mayor de edad será inimputable porque se autopercibe de 10 años (¿cómo construir un derecho penal justo?).

Y cosas peores, como quien siendo adulto construya su identidad considerándose de 5 años y quiera ir al jardín de infantes (¿peligro de abusos?). Las posibilidades son casi infinitas y ya no son de ciencia ficción. Estamos próximos a la Navidad y los creyentes esperamos con alegría la llegada de Aquel que «viene a hacer nuevas todas las cosas» y que con su nacimiento devolvió la plena dignidad al ser humano. Su presencia actuante en medio de nuestro mundo es la única esperanza.

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