Por Martín Labandera: Entre la fe, el recuerdo y la esperanza

Un tiempo que invita a detenerse, mirar hacia adentro y renovar el sentido de nuestras acciones

Para los católicos de todo el mundo, la Semana Santa es mucho más que un feriado o una pausa en la rutina. Es el corazón del año litúrgico, el momento en que se revive, con profundo respeto y devoción, la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Cada día de esta semana encierra un símbolo, una historia y una enseñanza. Desde el Domingo de Ramos, que recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, hasta el Viernes Santo, cuando el silencio de la cruz marca uno de los gestos más radicales de amor y entrega. Y finalmente, la Pascua: el día en que, según la fe cristiana, la muerte es vencida y la vida eterna se manifiesta en su máxima expresión.

La Pascua no es solo un recuerdo de un hecho ocurrido hace más de dos mil años. Para los creyentes, es una experiencia viva que se renueva año a año. Es la celebración de la esperanza, el anuncio de que la oscuridad no tiene la última palabra. Es también una invitación personal a resucitar nuestras propias vidas: a dejar atrás lo que nos paraliza, nos entristece o nos aleja de los demás.

Más allá del aspecto religioso, la Semana Santa puede ser para todos un tiempo de pausa y reflexión. En una sociedad que muchas veces corre sin mirar hacia los costados, estos días nos ofrecen la oportunidad de reconectar con lo esencial: la familia, la fe, los valores y la comunidad.

Sea desde la Fe Católica o desde una mirada más amplia, detenerse en Semana Santa es un acto de humanidad. Es mirar hacia adentro con honestidad, y hacia el otro con compasión. Es preguntarnos en qué estamos creyendo, hacia dónde vamos, y qué cosas necesitamos dejar morir para volver a empezar.
Porque cada Pascua, en definitiva, es eso: una nueva posibilidad.

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