Con el alma de un jinete y la fe de un peregrino, Raúl Hernández llegó a caballo a Florida junto a su tropilla “La Orejana Silenciosa”, cumpliendo la promesa que le había hecho a San Cono si lograba coronarse campeón en la Criolla del Prado.
Lo hizo el 1° de mayo, Día del Trabajador Rural, y la emoción aún resuena entre quienes lo vieron llegar a la capilla del santo popular.
Raúl es oriundo de Soriano, pero tiene historia en Florida. “Mis padres vinieron a trabajar cuando yo tenía cinco años. Fui a la escuela en San Gabriel, viví con una familia de acá hasta los 20 años”, contó. Aquella raíz floridense volvió a florecer este año cuando su tropilla, que integra junto a Javier Luasi, se consagró en la fiesta criolla más importante del país.
“En el Prado compiten 24 tropillas con 15 potros cada una. Es muy difícil, hay gente que va hace años y no gana. Nosotros ganamos en el tercer intento”, explicó. Apenas supieron del triunfo, no dudó en cumplir lo prometido: “Le había prometido a San Cono traerle los caballos caminando hasta su capilla. Armamos todo y salimos”, relató. El viaje duró una semana.
La devoción de Raúl viene de lejos. “Una vez, cuando recién empezaba a ginetear, me dijeron que daban una moto como premio en una gimnasiada. Le prometí a una señora que si ganaba, le llevaba el trofeo a San Cono. Gané, y el 3 de junio lo dejamos ahí”.
La tropilla es su orgullo, pero también su modo de vida. “Tener una tropilla significa todo para mí. Nos gusta ver los caballos en el campo, disfrutarlos en familia. Tengo un niño chico que también vino. Esto es impagable. La gineteada, los caballos, son parte de nuestra familia”.
Raúl, sus potros, sus amigos y su familia llegaron hasta la capilla de San Cono, y allí bajó del caballo para agradecer. “Quise traer los caballos hasta la puerta de la capilla. Fue nuestra forma de decir gracias. Y pedir que nos siga cuidando en cada paso”.
