Ruben Flores: ¿Por qué escribo?

Hace mucho tiempo, 1968, penúltimo año de estudiante magisterial, el director de la escuela de práctica Artigas, Maestro Julio César Saettone Permuy, al comienzo de cursos nos pidió escribir acerca de cuál fue el motivo que nos había impulsado a emprender la carrera magisterial.
A los tres días nos dijo: “Me felicito… todos mis estudiantes son ricos y animados de un idealismo supremo; aquí nadie cursa magisterio porque piense en su futuro, sino que sólo piensan en la pureza de los niños”.
Casi todos habíamos mentido.
Sentí una vergüenza muy íntima.
Por eso cada vez que se trata de contar cosas muy particulares ‒y hasta íntimas a veces‒me prometo y prometo: “juro decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad”. O sea: no mentiré ni seré hipócrita.
¿Por qué escribo? ¿Creo que escribo o me atrevo a garabatear? Pregunta con muchas respuestas. Algunas de esas respuestas…
Porque siento que tengo que agradecer a aquella maestra-madre que, siendo yo un niño de doce años, tuvo el coraje de ir hasta donde yo vivía y en aquel mísero lugar puso a mis padres contra la pared y les dijo: “Tienen que mandar a este niño al liceo, tiene que ser periodista”.
Y fui al liceo.
Eternamente agradecido, Maestra Obdulia Pereira de Medeglia.
Porque conocí a Sócrates, Platón y Aristóteles en un cuaderno que estaba semi quemado en el basurero municipal y que yo leí sin saber de qué trataba, y a veces se me hace necesaria una catarsis.
Porque quiero ser yo mismo y ser los otros, los que viven en míseros conventillos y asentamientos, muchos de ellos “buenos como el pan”, que te invitan a compartir una comida aun sin conocerte, hoy en día, presas del fatalismo de sicópatas religiosos que les dicen que en el cielo serán ricos. Y hay que denunciarlos porque se han robado hasta los dioses de nuestros mayores.
Porque odio el eclecticismo, a quienes siempre guardan distancia y como Celaya, los maldigo; y quiero decirlo y gritarlo: “malditos los que no toman partido”.
Porque quiero predicar aquel precepto evangélico: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Y como dijo el Che, sentir en la propia mejilla la bofetada dada a cualquier mejilla de hombre.
Y decirlo… no callarse, que cada palabra sea una gota de sangre de heridas propias y ajenas.
Porque pienso que el ser humano, con todas sus falencias, es la más elevada de las creaturas y merece ser ensalzada.
Porque amo la naturaleza en todas sus manifestaciones.
Porque quiero cantar al amor, a la belleza de la mujer y la inocencia de los niños.
Porque quiero seguir destapando los frascos de Galeano: flores o balas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *